Argentina, Brasil, Mercosur y la necesidad de un nuevo pacto para (sobre) vivir

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“Un pacto para vivir odiándonos sol a sol, revolviendo más. En los restos de un amor con un camino recto a la desesperación. Desenlace en un cuento de terror”. De esta manera, una de las canciones más emblemáticas de la banda argentina, Bersuit Vergarabat, “Un pacto”, ilustra la situación del Mercado común del Sur (Mercosur) a 30 años de su creación. 

En estos años, este organismo ha vivido diversas etapas de consensos o rupturas sobre los modelos de integración a seguir. Mariana Vázquez divide las etapas del proceso de integración en la formulación de 3 consensos básicos. Los mismos fueron siempre motorizados por el binomio Argentina-Brasil.

Si entendemos, entonces, el eje argentino-brasileño y sus dinámicas de cooperación y conflicto como factores determinantes en la construcción del Mercosur, nos acercamos a la explicación del porqué de la virtual parálisis del bloque. El mismo nació a partir de una serie de decisiones que posibilitaron que el vínculo entre ambas naciones se transformara. Esto derivó en el abandono de la “histórica” rivalidad por una creciente cooperación y voluntad de integración. 

En consecuencia, los intereses de ambas naciones confluían hacia la integración, al tiempo que perdían sentido las estrategias de balance de poder. Esta situación fue propiciada por diversos factores, entre los que se destacan dos: el ascenso económico que experimentó Brasil a partir de los años 70, lo que condujo a un replanteamiento del país sobre la influencia que podía ejercer a nivel regional y global; y el lento pero persistente declive económico y social de Argentina. Ante dicho escenario, este último encontró en Brasil un posible aliado para proyectar su política exterior y su economía.

El mencionado contexto permitió una reconfiguración de las relaciones de poder entre ambas naciones. Además, con el regreso de la democracia, los dos percibían la necesidad de cooperar para preservar y consolidar el sistema democrático. En ese sentido, la integración como mecanismo de diálogo y cooperación entre Estados buscaba disminuir la influencia de las fuerzas armadas en ambos países. Eliminar la hipótesis de conflicto entre potencias subregionales era esencial para afianzar el incipiente proceso democrático de la década de los noventa.

 Los tres consensos del Mercosur

Partiendo del consenso de Asunción (1991-2003), en el año 1991, y acorde al fervor neoliberal que impregnaba a América del Sur, es cuando se materializa en el Mercosur el denominado “regionalismo abierto”. Aquí se planteó una estructura de integración de base economicista y un modelo de inserción internacional abierta; es decir, fomentar los intercambios de mercancías, servicios y factores de producción —particularmente el capital—. Esta etapa fue denominada por Gerardo Caetano como “MERCOSUR fenicio”, ya que el establecimiento del bloque se centró  específicamente en cuestiones comerciales y aduaneras.

Con la llegada de Lula Da Silva (2002) y Néstor Kirchner (2003) a los gobiernos de Brasil y Argentina respectivamente, se configura el consenso de Buenos Aires (2003-2015). El Mercosur dejó de ser concebido como una plataforma eminentemente comercial, y se convirtió en un espacio pensado para la concertación política, orientado a generar mayores márgenes de autonomía para la promoción de las políticas de desarrollo. También operaría como instrumento para el fortalecimiento de las democracias y la ampliación de derechos. 

Esta nueva etapa de la integración regional en general y del Mercosur en particular fue caracterizada por el abandono de agendas de integración propias del “regionalismo abierto” del consenso de Asunción. En breve, se le otorgó primacía a los factores políticos, sociales y culturales, pasando de un enfoque economicista a uno más multidimensional.

Durante las presidencias de Mauricio Macri (2019) en Argentina y Michelle Temer (2016) en Brasil, la orientación del bloque se volvió a poner en cuestionamiento. Ambos mandatarios auspiciaron el retorno a las bases del primer Mercosur, configurando el tercer consenso: Asunción II (2015-2019). De esta manera, se revalorizó la matriz económica y la apertura del bloque. 

Ello provocó una degradación del proceso de integración, puesto que el Mercosur corría el riesgo de convertirse en una zona de libre comercio. En rigor, se buscó un modelo de integración: “desideologizado”; con primacía en la agenda comercial, una estrategia de relacionamiento externo destinada a firmar tratados de libre comercio extrarregionales, y un abandono de la agenda autonomista y del “ Mercosur amplio”.

Argentina y Brasil: de aquellos polvos estos lodos

El Mercosur fue posible en tanto y en cuanto hubo una vocación colaboracionista entre sus dos motores: Brasil principalmente y, en menor medida, Argentina. Esta situación de cooperación y convergencia se vio truncada con la llegada de Jair Bolsonaro al poder en enero de 2019. Bolsonaro realizó sus primeros viajes oficiales a Chile y Estados Unidos, rompiendo la continuidad establecida por sus tres antecesores inmediatos respecto a viajar primero a Argentina (exceptuando a Temer, quien en su primer viaje oficial asistió a una cumbre del G20). 

Sucede que ambos países difieren en su visión sobre la integración regional y el Mercosur. Mientras que Bolsonaro propone una visión más economicista y abierta de la integración, Alberto Fernández presenta una visión similar a la expresada en el “consenso de Buenos Aires”. Un ejemplo de estas miradas diferentes está dado en la discusión por el “Arancel Externo Común“ (AEC). Brasil planteó reducirlo en un 50%, a la vez que Argentina no apoyaba reducción alguna. 

Argentina argumentaba que la reducción del arancel significa un aumento de las importaciones, lo que tendría un impacto negativo en su industria local. Brasil alegaba que el promedio arancelario de un bien para ingresar al Mercosur es de alrededor del 13%, bastante por encima del 4% al 5% que se aplica en el resto del mundo, generando una inserción dificultosa de la producción mercosureña en las cadenas globales de valor. 

Finalmente, han acordado una reducción del 10%. Este hecho, por pequeño que sea, evidencia el peso de ambos países dentro del bloque. La toma de decisiones dentro de Mercosur depende de la convergencia de Argentina y Brasil. En tanto y en cuanto Argentina y Brasil continúen discrepando sobre el modelo de integración, primará la crisis y parálisis del bloque. Es necesario un nuevo pacto para que a 30 años de su creación el bloque pueda sobrevivir y relanzarse.

Portada: Universidad Austral

Agustín Sarubbi

Agustín Sarubbi tiene 24 años, es estudiante avanzado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Lanús, en la mención de asuntos Latinoamericanos. Desde octubre de este año integra el grupo de Jóvenes Investigadores del Instituto de RRII de la Universidad Nacional de La Plata y el “think thank” “Estela Sur”.

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