Biden y Latinoamérica: roles secundarios

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A comienzos de este año, Joe Biden mencionaba que América Latina no era el patio trasero de Estados Unidos sino el delantero. A raíz de esto, varios fueron los debates que se erigieron a fin de analizar la veracidad del discurso. Sin embargo, dos son los interrogantes que resuenan en la mayoría: ¿qué lugar ocupa hoy Latinoamérica en la agenda norteamericana? y ¿qué dejó el primer año de gestión?

Si nos atenemos al primer año de gobierno, parece que Latinoamérica está destinada a resumirse en tres temas: China, migración y democracia. La escasa proyección hacia la región se incrementa a medida que las propuestas como el Build Back Better World, un proyecto de inversiones para países en desarrollo similar al Build Back Better,  y una nueva normativa sobre la migración, no logran abrirse paso en la agenda demócrata.

Si bien existen posiciones que eligen un Estados Unidos que no posa sus ojos en la región del Sur, parecería mejor preguntarnos qué vínculos queremos tener y con qué objetivos. Latinoamérica necesita recursos económicos para poder enfrentar las consecuencias del Covid-19, las cuales se suman a los estructurales problemas de pobreza. En la medida que la región no aproveche la situación para recuperar la comunicación entre los países, seguirá dependiendo de fuentes externas para afrontar estas situaciones.

Roles secundarios

El 2021 comenzaba con un análisis fundamental por parte de Juan Gabriel Tokatlian: la centralidad de Estados Unidos en Asia y la retirada de Afganistán implicaría un lugar de aún menor relevancia para América Latina, a excepción del Caribe y la agenda migratoria. Un año después, un nuevo conflicto bélico emerge como escena principal del tablero internacional, dejándola excluida del foco norteamericano. 

Los focos en la región circunscriben a la presencia de China en el continente, la migración y el fortalecimiento democrático (donde directamente entra en choque la cuestión venezolana). Tal como lo menciona Christian Paz, si bien la política exterior estadounidense tiende a dedicar gran parte de su atención en lo que ocurre en Europa, Medio Oriente y Asía, la política latinoamericana es quizás la que mayor impacto tiene en los propios estadounidenses. Dicho escenario se puede visualizar en las miles de solicitudes de refugio y asilo que se reciben año a año y donde el mayor porcentaje proviene de América Central.

A pesar de ello, la mirada se encuentra en reforzar y conseguir nuevos socios comerciales en Asia por medio de la Estrategia para el Indo-Pacífico, la cual se pondrá en marcha este año. Mientras tanto, los pocos proyectos que tenía pensado para Latinoamérica continúan pausados.

Presencia en la región

A fin de reposicionar a Estados Unidos en la era post Trump, Biden ha utilizado la diplomacia como su mayor herramienta para tejer nuevamente los lazos rotos con los distintos países. A principios de 2020 las campañas de acción no militar estuvieron centradas en la entrega de vacunas y la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, en América Latina uno de los tópicos que ha entrado en acción es el resguardo de la democracia.

La democracia fue y sigue siendo un tema central de su agenda. Tal es así que en su discurso de asunción la caracterizó como frágil. La protección de la democracia le permite moverse con soltura por distintas regiones como Asia y América y denunciar de manera paralela y conjunta diferentes gobiernos. En esta región, los blancos principales siguen siendo Cuba y Venezuela. No obstante, se han sumado a la lista Bolivia, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua, los cuales también quedaron fuera de la lista de países participantes de la Cumbre de la Democracia.

Desde el Departamento de Justicia de Estados Unidos se proyectó un grupo de trabajo de “anticorrupción” con aportes del Departamento de Estado, donde se investigarán casos de Guatemala, Honduras y El Salvador.

En relación a los nuevos países blanco, en Nicaragua, y por medio de la RENACER ACT, se impusieron sanciones por ilegitimidad en las elecciones y se lo sumó a la lista de países relacionados con la corrupción. Al mismo tiempo, en El Salvador se reorientó la asistencia económica dirigida a instituciones gubernamentales hacia organizaciones de la sociedad civil debido a preocupaciones sobre la transparencia en el ejercicio de las mismas.

En segundo lugar, especialistas mencionan que el elemento de continuidad con la gestión de Trump fue el posicionar a China como contrincante central en la rivalidad de las grandes potencias. China supo ocupar los lugares de vacío que dejó EE. UU. en los lazos comerciales y, hasta el año 2018, se encontraba proyectando el desarrollo de 150 proyectos de infraestructura en la región. 

Aquí es donde Biden deberá analizar qué tipo de carta jugar: sí una visión más regionalista en el continente—a pesar de sus diferencias— o un plan para cada país aliado que busque impedir el ingreso de los mismos a la Nueva Ruta de la Seda.

El Build Back Better World se erige como el proyecto para contrarrestar la expansión china en materia de inversiones e infraestructuras y se trata de exportar la iniciativa hacia las regiones de Asia, África y América. Por el momento, la única región que tiene proyecciones establecidas para ese programa es el Indo-Pacífico; motivo por el cual Latinoamérica deberá esperar a que los programas reales sean presentados a cada país.

En último lugar, pero no menos importante, la migración continúa siendo un tema principal en la agenda. Tal como fue mencionado en una entrega pasada, Biden recibió un paquete de políticas migratorias que no eran de su agrado pero que aún mantiene. Si bien su campaña se basó en la promesa de mejoras para la comunidad migrante, no ha logrado un gran avance hasta el momento. 

La reforma migratoria no ha logrado legislarse y ha perdido peso en la agenda demócrata. En particular, Biden ha recibido duras críticas desde organizaciones de derechos humanos por el manejo de la situación

El Plan para Fortalecer la Seguridad y la Prosperidad en Centroamérica ha avanzado lentamente. Este fue uno de los pocos proyectos planeados antes de su elección, el cual entiende que mejorar la infraestructura, la economía y seguridad de Centroamérica permitiría reducir la inmigración hacia EE.UU. 

Por su parte, Kamala Harris anunció en 2021 inversiones por parte de empresas privadas de 1.200 millones de dólares en Centroamérica, con el importante faltante de anunciar de qué modo se implementaría y cuándo. 

Problemas puertas adentro

Biden carga con el peso de modificar todo aquello que criticó y categorizó como injustificable de la gestión Trump. Sin embargo, el tiempo y los votos no han estado de su lado. Desde la toma del Capitolio se ha centrado en mejorar la institucionalidad interna y proyectar un nuevo liderazgo mundial. 

Los proyectos delineados para su primer año se han encontrado con fuertes barreras tanto por parte del Partido Republicano como de distintos demócratas. De esta manera, no ha logrado los votos suficientes para sacar adelante el paquete de reformas necesario para dar comienzo a sus planes de gobierno. Las elecciones de medio término se acercan y temen perder más bancas en el Senado.

La suma de factores entre los problemas internos y la política exterior de Biden ha dejado claro que la región latinoamericana no es central ni prioritaria. Los recursos económicos y tecnológicos, necesitados por el Sur, serán destinados de manera principal hacia el Indo-Pacífico. Esta será la agenda exterior a tener en cuenta de acá en adelante.

La falta de un interlocutor en común entre los países de la región agrava la situación a la hora de proyectar escenarios de estrategia para resolver los problemas en común. Las distintas iniciativas presentadas por el gobierno norteamericano no tienen establecido de qué manera incursionarán en la región, ni cuándo. Por tanto, lo único que quedan son promesas y la falta de inversión deberá ser buscada en otros países fuera del continente.

Portada: Celag

Camila Farías

Camila Farías tiene 27 años y es Abogada por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Posee una Diplomatura en Migrantes y Protección de Refugiados de la UBA. Actualmente se encuentra maestrando en Diversidad Cultural por la Universidad Tres de Febrero y realizando la Diplomatura de Estudios Avanzados en Gestión Parlamentaria y Políticas Públicas del Instituto de Capacitación Parlamentaria de la Cámara de Diputados de la Argentina y la Universidad Nacional de San Martín.

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