La construcción social de la otredad en las Relaciones Internacionales: ¿Quiénes son “nosotros” y quiénes son “otros”?

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La otredad es un elemento crucial en la construcción de las relaciones humanas y funciona como identificador de la propia experiencia, ya que nuestra percepción de la vida implica ver a las otras personas y objetos del mundo como algo externo y diferente. Desde las teorías del discurso se explica que la construcción de la identidad humana se da en forma relacional y diferencial respecto a un “nosotros” y a un “otros”.

Teniendo en cuenta este punto de partida, se describe a las relaciones internacionales como un “campo de operaciones”, en el que los Estados se relacionan con otros actores a través de su política exterior. La política exterior, como política pública, está mediada por el lenguaje. Por lo tanto, en los discursos públicos (sea de funcionarios, de comunicados de prensa, escrita u oral, y otras formas de comunicar), pueden encontrarse los fundamentos (e intereses) de las diferentes políticas.

Aunque en el ordenamiento internacional existan diferentes actores con capacidad de influir, condicionar o limitar, el alcance de las acciones de los Estados, entendido en clave westfaliana, las reglas de juego, la normatividad, sigue siendo impuesta y controlada por órganos del Estado-Nación. Claro que esa normatividad tiene raíces históricas y sus modificaciones para adaptarse al presente se dan en un complejo contexto de juego de intereses (asimétricos, antagónicos, convergentes) que dotan de sentido las prácticas que los envuelven. Es allí donde podemos divisar el terreno en disputa o el campo de operaciones.

Dentro del campo de estudios de las Relaciones Internacionales, se encuentra el enfoque constructivista, desde el cual se plantea que las interacciones sociales son procesos sociológicos en el que los agentes y las estructuras que forman están centrados en la construcción recíproca. En otras palabras, la sociedad no puede ser comprendida sino en partes diferenciadas que no pueden explicarse los unos sin los otros.

En este sentido, se entiende que, por ejemplo, los recursos materiales, económicos, militares o la misma tecnología que un Estado, empresa u otro tipo de actor adquiere o puede adquirir, se da en un marco de significados específicos relacionado a un contexto. La mutua construcción de un “Nosotros–los Otros” se asienta sobre una estructura de conocimiento compartido que tiende a configurar identidades locales que, en cierta medida determina el comportamiento internacional de los Estados.

Como el orden internacional es estructuralmente anárquico, en el sentido en que no hay un órgano global capaz de imponer límites a las bases del poder y de los intereses, los Estados a través de sus relaciones mutuas hacen posible la existencia de estructuras y superestructuras para canalizar las diferencias y tensiones que surgen en esta intricada gama de intersubjetividades. La política exterior es la herramienta principal que tienen para construir, sostener, modificar y adaptarse, de acuerdo con sus capacidades relativas, en un orden dinámico.

Definir a las relaciones internacionales como un campo de operaciones implica entender que los Estados expresan una manera particular de entender el mundo y de actuar en él. Y esto se encuentra ligado a sus intereses y sus historias, expresados en discursos y prácticas que legitiman el accionar. Desde una perspectiva histórica, la construcción de la otredad en las relaciones internacionales estuvo relativamente hegemonizada por una visión eurocéntrica. Europa fue centro del pensamiento ilustrado que configuró la modernidad.

Este orden internacional con centro en Europa occidental estuvo vigente hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Las guerras mundiales trastocaron los cimientos construidos desde el derrumbe del Antiguo Régimen. El resultado de la competencia por ver quién dominaba las relaciones internacionales en la primera mitad del siglo dio como resultado la partición del mundo en dos bloques diferenciados, en el que los unos (capitalista/comunista) se defienden y deciden estrategias contraofensivas, de los otros (comunista/capitalista).

¿Quiénes son “nosotros” y quiénes son los “otros” en el siglo XXI?

Para responder esta pregunta primero es necesario ver quién es el que observa. El observador, o “sistema de sentido” es cada individuo que, en conjunto, construye un sistema de sentido social que da forma a la sociedad en la que interactúa. Las revoluciones políticas y tecnológicas descentralizaron el poder representacional; nuevas voces y nuevos actores emergieron con capacidad de influir en la sociedad a una escala global.

Desde el punto de vista de la economía política internacional, la construcción de un “nosotros” y un “los otros” no está hegemonizada por un solo discurso, ni tampoco se da bajo una lógica bipolar. La emergencia de múltiples polos de poder (Estados-Nación, Empresas Transnacionales) con base en diferentes geografías nos ofrece un escenario en el cual la construcción discursiva de la otredad se da en un marco de competencia estratégica bestial. La agresividad que muestran algunas conductas marcadas por ciertas políticas públicas, con sus respectivas resonancias dentro de sus fronteras, nos lleva a entender que en el mundo ha retornado la desconfianza, los miedos y la incertidumbre.

El Orden Internacional Liberal con raíces en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII, que tuvo un predominio relativamente global desde 1990 hasta la Gran Recesión (2007-2009), se encuentra en crisis, o bien ya no existe más, dependiendo el análisis que se siga. Las relaciones internacionales atraviesan una transición hegemónica materializada en la pérdida de poder relativo de Estados Unidos y sus socios estratégicos (la Unión Europea y el Reino Unido, Japón y Corea del Sur) en beneficio de la emergencia de actores estatales con capacidad para desafiar con realismo a ese predominio.

La consolidación de la República Popular de China como potencia política-económica regional (Asia) es un factor clave para entender el debilitamiento del orden liberal. Desde 1945, el equilibrio en Asia estuvo enmarcado en la hegemonía de Estados Unidos como potencia regional. Desde el período abierto en la China post-maoísta, caracterizado por las “grandes reformas”, la inserción internacional china estuvo centrada en el desarrollo económico y la estabilidad del sistema político. El crecimiento económico, que derivó en una masiva salida de la pobreza de millones de personas, logró posicionar en el sistema mundial un Estado-Nación con un régimen político antagónico a los preceptos del Orden Liberal.

Prestar atención a cómo se construye la otredad desde el punto de vista de quién observa es importante a la hora de entender los posicionamientos de los Estados y sus políticas exteriores. Ciertamente, cada Estado utiliza la construcción de un “nosotros” y un los “otros” para legitimar sus prácticas, para obtener apoyos de otros, para mantener un cierto consenso o para poder llevar adelante nuevas acciones. En este siglo XXI, cada “nosotros” define un los “otros” como potenciales amenazas. Hay un clima de desconfianza que impera en esta transición hegemónica y las alternativas que se plantean o manifiestan.

Los discursos de China para las relaciones internacionales suponen un desafío para el histórico hegemón de América del Norte. La República Popular de China, cuyo mito fundacional se sitúa en la victoria del Partido Comunista en la guerra civil en 1949, tiene su propio discurso en forma de respuesta a la modernidad ilustrada extendida desde Europa y Estados Unidos. La construcción de la otredad desde el punto de vista chino plantea una nueva forma de vincularse que incomoda a los tradicionales centros de poder. Esta incomodidad dio paso a una competencia bestial en sectores clave del desarrollo tecnológico, militar y económico; en otras palabras, de las bases reales del poder político y económico.

Las relaciones entre Estados Unidos y China comenzaron a crispar en la medida en que la economía china viraba hacia un perfeccionamiento de su industria tecnológica. Siguiendo a John Mearsheimer, “el pívot (de EEUU) hacia Asia se dio en el año 2011”, cuando desde Washington se redefinieron los conceptos básicos que sostenían a la relación y se introdujo una noción clave: el crecimiento de China comenzaba a ser percibido como una amenaza para la seguridad nacional.

Pero la amenaza o el desafío chino no solo estaba dado por el plano económico, sino también a nivel político. A partir de la entrada al gobierno de Xi, China comenzó a discutir seriamente la hegemonía de Estados Unidos y no siguió sus discursos en forma automatizada. Esta “rebeldía” de parte del país asiático fue lo que crispó los ánimos de EEUU.

China y Estados Unidos moldean la forma que tiene la globalización y esto se da en un mundo cada vez más complejo, sin poder determinar todavía si estamos dentro de una lógica bipolar o multipolar. Por esto mismo, estudiar la construcción de la otredad de esta relación implica entender, en parte, en qué momento se encuentra el sistema internacional. 

Como se dijo anteriormente, las relaciones se tensan en la medida en que China comienza a ser más asertivo en sus relaciones internacionales y a demostrar avances en el desarrollo tecnológico y económico. En la medida en que se profundizan las construcciones identitarias en clave de competencia agresiva, los discursos de miedo y desconfianza aceleran mecanismos de desacoplamientos productivos, los procesos de regionalización de las cadenas de valor, y, lo más preocupante, el gran aumento en el presupuesto de las principales potencias destinados al ámbito de la Defensa y la Seguridad.

Fuente de la imagen: Paul Watzalawick y la teoría de la comunicación humana

Maximiliano Buteler

Maxii Buteler tiene 34 años, actualmente estudia el Máster oficial en Estudios Globales de Asia Oriental de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Es Licenciado en Relaciones Internacionales de la Universidad Siglo 21 (UES21), con Máster en Big Data e Inteligencia Empresarial en la Escuela de Negocios Europea de Barcelona (ENEB). Posee una Diplomatura en Paradiplomacia y Desarrollo Local en la Fundación Centro de Estudios Internacionales Contemporáneos (CEIC). Es editor y creador de @Internacionalizarse, cuenta destinada a difusión de noticias internacionales y compartir análisis sobre la realidad internacional en general. Sus áreas de interés son: economía, geopolítica, historia, y la internacionalización de unidades subnacionales.

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