Fuente: IADE

Cumbre de las Américas 2022: ¿para todos o para pocos?

Tiempo de lectura:3 minutos

El próximo 6 de junio comenzará a celebrarse en Los Ángeles la IX Cumbre de las Américas bajo el lema ”Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”. Será organizada por Estados Unidos, con el objetivo principal de diseñar un pacto migratorio a nivel regional. Esta Cumbre es la única reunión que convoca a todos los líderes de los países de América del Norte, del Sur, Central y del Caribe, por lo cual reviste gran importancia para el futuro de la región tanto en sus oportunidades como en sus desafíos.

La controversia surge al calor de la decisión estadounidense de no invitar a Cuba, Nicaragua o Venezuela ya que, como expresó Brian Nichols, subsecretario para América Latina y el Caribe, esos regímenes “no respetan la carta democrática”. En respuesta, varios líderes de Latinoamérica se expresaron en contra de esta iniciativa. La confirmación del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de que no participará de la cumbre a menos que todos los países estén invitados, se hizo eco en otras partes de la región. Según expresó AMLO, su decisión no recae en la falta de deseo de participar, sino en que la independencia y soberanía de los pueblos debe prevalecer. 

Para varios líderes latinoamericanos, la postura se alínea en el mismo sentido, con mayor o menor rigidez. Presidentes como Luis Arce, Alberto Fernández, Gabriel Boric o Xiomara Castro se sumaron al pedido de que no haya exclusiones e incluso evalúan todavía su asistencia. Esto puede entenderse como un acto de solidaridad hacia estos países, o bien como un freno a la influencia de Estados Unidos en un momento en donde la región comprende que cuenta con otros socios —como China—  y se permite plantear con firmeza sus intereses. 

El reclamo es, ante todo, válido. Creo importante destacar que la discusión respecto a la exclusión de los gobiernos no electos democráticamente no es actual. Sin embargo, en las Cumbres del año 2015 y del 2018, esta disputa inclinó la balanza para el lado contrario cuando se decidió invitar a Cuba; es decir, que el criterio utilizado fue el opuesto.

En mi opinión, dentro los cuestionamientos que subyacen a esta temática podrían encontrarse algunos como: ¿Sirve una cumbre americana que excluya países que viven los mismos desafíos que se intentan resolver?, ¿por qué tener un gobierno no democrático excluye al país y su población de una temática que le concierne?, ¿cuál es el criterio para excluir a una Nación de ”construir un futuro sostenible, resiliente y equitativo”? Y, quizás la pregunta más importante en este caso es: ¿La invitación actúa como premio y castigo para quienes no cumplan determinados requisitos? 

Cierto es que la mayoría de los desafíos planteados en esta Cumbre son comunes a toda la región, entendiéndose entonces que una mayor apertura al diálogo podría brindar mejores soluciones. Sin embargo, esta no sería la principal motivación de Estados Unidos para disponerse a extender las invitaciones, más sí asegurarse el alto nivel de participación que en este momento peligra. Ser anfitrión abre una oportunidad para que Biden logre acercarse a la región y mostrar su liderazgo hacia adentro y hacia afuera, deseo que tiene desde su asunción. 

Ante el reconocimiento de que es menester contar con grandes países —como México o Brasil— para el cumplimiento de tal objetivo, las negociaciones aún no se cierran. Las conversaciones siguen entre Estados Unidos y México, y AMLO ha señalado que hay buena predisposición de parte del gobierno estadounidense y que no ha habido un rechazo total a su petición. Por lo pronto la incertidumbre inunda la escena y las señales son confusas.

Esta aparente flexibilización se suma al proceso de distensión que Biden está llevando a cabo al eliminar varias restricciones impuestas hacia Cuba y Venezuela. Pese a que desde la Casa Blanca exponen que sólo es una coincidencia y que en nada se relaciona con las invitaciones, todo apunta a que el mandatario está preocupado por retomar un lugar predominante en la escena americana —luego de la era Trump— y entiende la necesidad de conciliar. Esta Cumbre simboliza una gran oportunidad para encarar ese camino. Desde la región, aún se espera la presentación de la lista oficial y, sin duda, estará atenta para evaluar su participación dependiendo de si la Cumbre es para todos o para unos pocos.

Candela Leguizamón

Candela Leguizamón tiene 24 años, es estudiante avanzada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad de Lanús, Buenos Aires, Argentina. En su último año optó por la mención en Relaciones Económicas Internacionales y Procesos de Integración. Actualmente es miembro del Departamento de Derechos Humanos del Instituto de RRII de la Universidad Nacional de La Plata y del Grupo de Jóvenes Investigadores en dicho instituto. A su vez, participó en el voluntariado del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) en el área de la secretaría académica.
Sus áreas de estudio incluyen la economía global, integración económica regional y variantes de desarrollo económico. Asimismo, sus ámbitos de interés abarcan las cuestiones sociales y políticas; desde los Derechos Humanos hasta las dinámicas políticas de América Latina.

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