Durante la respuesta a la crisis humanitaria, tras el terremoto que sacudió a Turquía y Siria, hemos podido distinguir la presencia de actores de las fuerzas armadas Turcas en el rescate de aquellos debajo de los escombros. Sus esfuerzos para apoyar la respuesta humanitaria reflejan el importante rol que tienen los actores militares más allá de su labor para la defensa de un Estado contra amenazas a su seguridad.
En las últimas décadas podemos evidenciar un rol cada vez mayor en la participación de las fuerzas armadas en la cooperación al desarrollo y las operaciones humanitarias en todas las esquinas del planeta, más allá de solamente desastres naturales. Hoy en día, es muy común ver a soldados trabajar muy cerca de actores gubernamentales y no gubernamentales, agencias de la ONU y misiones de voluntarios y civiles. La naturaleza de su asociación, el impacto y las consecuencias asociadas para los actores humanitarios, y su proceso de toma de decisiones estratégicas han abierto un debate inconcluso sobre la participación militar en la actividad humanitaria.
Pese a proteger y asistir a los actores humanitarios en terrenos complicados, el nexo “militar-humanitario” plantea la cuestión de la difuminación entre las fuerzas civiles y militares. La neutralidad de los humanitarios funciona como una garantía a su favor que les permite acceso a las zonas y poblaciones controladas por bandas armadas. En los últimos años, hemos presenciado un aumento de los ataques deliberados contra el personal humanitario, las políticas de integración de los proyectos humanitarios en estrategias políticas y militares más amplias es uno de los factores a contemplar.
La colaboración con actores militares complica la seguridad y la capacidad de operación de los trabajadores de ayuda humanitaria e impacta directamente en su percepción de neutralidad, independencia e imparcialidad en las poblaciones de los sitios donde actúan. Dichos actores humanitarios, operando bajo una presencia activa de cualquier ente militar, independientemente de sus conexiones o interacciones, ven su trabajo comprometido y afectado por el ambiente creado por el militarismo. Un ejemplo es el caso de conflictos donde hay más de un bando en guerra. La conexión o relación de los humanitarios con cualquier grupo armado tendrá una consecuencia en su capacidad de apoyar a otros civiles en zonas controladas por los bandos rivales.
El nexo “seguridad-desarrollo” forjó su actual forma y relevancia durante la década de los 90s, gracias a la actividad e intervención sin oposición de la política exterior americana. Un ejemplo es el conflicto de la ex-Yugoslavia que demostró el rol de la ayuda humanitaria como una herramienta legítima de política exterior para asegurar resultados internacionales deseados. La “Guerra contra el Terror” de Bush y el fuerte enfoque de la política exterior estadounidense en la lucha contra el terrorismo internacional también tuvieron un gran impacto en la forma en que se percibe la ayuda exterior.
De este modo, la ayuda humanitaria se convirtió en una herramienta esencial de «poder blando» para ganar corazones y mentes en entornos políticos en disputa. Fue durante este tiempo que podemos comenzar a ver un desenfoque de las identidades previamente separadas de los actores militares y humanitarios.
En caso de desastres naturales, el adiestramiento y las capacidades técnicas de las fuerzas armadas permiten una rápida respuesta. Otras actividades en las que la participación militar beneficia a las operaciones incluyen la construcción de carreteras, el apoyo logístico de ingeniería general y la remoción de minas. Sumado a esto, brinda oportunidades de capacitación muy necesarias, lo que permite la diversificación y el ahorro de fondos en tiempos de recortes presupuestarios, especialmente en Estados que carecen de las capacidades materiales y económicas para contar con equipos de respuesta civil adecuados y agencias.
Por otro lado, los beneficios del uso de actores militares para asistir en crisis humanitarias, es importante mencionar el otro lado de la moneda. Según los informes de la Comisión Internacional de la Cruz Roja, en lugares como Afganistán, Irak, Somalia y Yemen, las preocupaciones por la seguridad se han traducido en una reducción del acceso y la prestación de servicios para muchas poblaciones que necesitan urgentemente asistencia humanitaria. Muy pocas agencias tienen la capacidad o la voluntad de brindar ayuda constante y ejecutar operaciones independientes.
En general, la imparcialidad de las organizaciones humanitarias es un principio que ayuda a garantizar la asistencia a todas las personas, independientemente de sus antecedentes o circunstancias. Por lo tanto, es necesario adherirse a los principios del humanitarismo clásico para tener acceso a aquellas poblaciones vulnerables dentro de territorios disputados por grupos armados. La militarización socava estos principios, por lo que es importante que las organizaciones y los gobiernos consideren cuidadosamente las consecuencias del uso de medios militares para brindar ayuda y asistencia durante el conflicto, para garantizar la seguridad de las poblaciones afectadas.
La cooperación entre fuerzas militares y civiles está destinada a tener consecuencias significativas y complejas para los actores involucrados. Por un lado, hay que destacar que la ayuda humanitaria y el desarrollo están fundamentalmente entremezclados con medios y objetivos políticos; una unión que probablemente no desaparecerá pronto. Esta asociación también podría crear la falsa impresión de que la participación militar puede traducirse en soluciones a problemas de desarrollo humano. La separación de la acción humanitaria de la acción militar es un debate fundamental, ya que podría resultar imposible mantener una percepción de imparcialidad cuando se está cerca o protegido por cualquier fuerza militar.
La ayuda internacional y la actividad humanitaria seguirán estando subyugadas a intereses geopolíticos más amplios, y es más probable que se sigan utilizando como una herramienta para promover objetivos políticos, económicos y militares estratégicos a expensas de la seguridad de quienes trabajan y reciben ayuda humanitaria. La creciente participación de las fuerzas armadas en el trabajo humanitario seguirá presentando problemas de seguridad y dilemas éticos para la comunidad humanitaria que se aferra a los principios del humanitarismo clásico. La percepción de la neutralidad de todos los actores y agencias humanitarias tiende a deteriorarse, lo que desafortunadamente afectará la seguridad de los trabajadores humanitarios en los próximos años.
Fuente portada: REUTERS / Sertac Kayar