El G5S: Los paladines del Sahel

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Cuando desde América o Europa se piensa en África, lo más probable es que visualicemos grandes zonas desérticas con temperaturas altísimas, donde el agua puede verse como un bien de lujo. De más está decir que esa proyección no representa a todo el continente, que en su gran extensión abarca los más variados biomas y climas, pero no es una realidad muy alejada de la subregión en la que profundizaremos a continuación.

El Sahel es una zona de transición que divide geográficamente al norte desértico del continente con el comienzo de la sabana africana. En su interior incluye territorios de diversos países como Níger, Nigeria, Mauritania, Chad, Mali, Burkina Faso, Senegal, Eritrea, Etiopía y Sudán. 

Esta subregión es muy rica en capital histórico y cultural, también en recursos naturales y valor geoestratégico, pero lamentablemente también es una zona donde el crimen organizado y el terrorismo han podido asentarse para operar casi libremente. Las razones por las que se les ha facilitado a grupos delincuenciales crecer y desarrollarse están relacionadas a varios factores, como las grandes desigualdades económicas que existen en este territorio, la porosidad de las fronteras que dividen a los países locales, y la existencia de recursos preciados como los hidrocarburos y minerales preciosos, entre muchos otros.

Ante la amenaza que representan estos grupos, algunos jefes de Estado de la zona han decidido ponerles un freno a sus actividades, aunque, debido al carácter transnacional de estas entidades, la necesidad de aunar esfuerzos entre ellos se ha transformado en un imperativo para poder efectivizar este deseo. En este contexto, se creó el G5S o G5 del Sahel, integrado por Chad, Níger, Mali, Burkina Faso y Mauritania. En el presente análisis recorreremos la historia de este joven organismo de coordinación y cómo los líderes de los países mencionados anteriormente son piezas fundamentales de la lucha contra el terrorismo, emprendida por las potencias occidentales como Estados Unidos y Francia.

El G5S, el comienzo de un largo camino

El punto de inicio de esta organización se ubica en el año 2014, cuando los mandatarios de los cinco países asistieron a una cumbre en la capital mauritana de Nuakchot. En esta reunión se creó oficialmente al G-5 del Sahel como organización y se establecieron sus objetivos prioritarios haciendo hincapié en la necesidad de preservar la seguridad de la subregión, y avanzar en el desarrollo de la misma. En dicha cumbre se decidió que la Secretaría Permanente del G5S quedaría a manos del nigerino Najim Elhadj Mohamed. Así mismo se establece que la financiación del grupo provendría de la Comunidad Financiera Africana y de socios internacionales.

En la primera mitad de 2015 se volvió a realizar una reunión en el marco de esta nueva institución, pero los asistentes principales fueron los ministros del interior de las naciones sahelianas, acompañados también de funcionarios españoles y franceses. En este encuentro se hizo foco en la necesidad de erradicar el extremismo religioso y ponerle un freno al peligroso proceso de radicalización, especialmente en la juventud, que los grupos yihadistas emprenden en el Sahel. 

Ese mismo año se realizó la Segunda Cumbre del G-5 del Sahel. el tópico principal a tratar fue la creciente amenaza de las organizaciones terroristas en la zona, siendo esta principalmente representada por Boko Haram y Al Murabitun. Además, se propuso crear una fuerza militar conjunta y una escuela regional de estudios sobre la defensa. En el ámbito del desarrollo se colocó sobre la mesa de debate la idea de construir una compañía aérea regional y una línea ferroviaria que permitan integrar a los países del Sahel.

Con el paso del tiempo estos proyectos se irían ejecutando, demostrando el compromiso, tanto del G5S como de la comunidad internacional, con la causa de la seguridad y el desarrollo de la región. En 2017 surgiría la Fuerza Conjunta Transfronteriza del G5 Sahel, luego de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decidiera aprobar la Resolución 2359, impulsada por Francia. Los objetivos establecidos para este organismo son lucha contra el terrorismo, la delincuencia organizada transfronteriza y el tráfico de seres humanos en el Sahel. El órgano de control de esta fuerza es el Comité de Defensa de la Secretaría Permanente del G-5.

Ese mismo año también se lanzó una iniciativa cuyo mandato se basaría en el fortalecimiento de la educación, el empleo, la gobernabilidad, el desarrollo y la lucha contra el cambio climático. La Alianza por el Sahel es un foro donde distintos países del mundo pueden colaborar con la causa saheliana y las misiones que allí se realizan, entendiendo que el crecimiento económico y social es un pilar fundamental para la seguridad en la zona. Francia y Alemania fueron los principales socios que se abocaron en la coordinación de esta tarea.

En 2020, Jean Pierre Lacroix, en representación de la Organización de las Naciones Unidas, destacó los esfuerzos que se vienen haciendo desde 2014 e hizo énfasis en la necesidad de aumentar la financiación para intensificar estos trabajos. En 2021 se llevó a cabo una nueva cumbre del G5S en la ciudad de Yamena, donde se abordó la cuestión de la triple frontera entre Mali, Níger y Burkina Faso. Se concentró en el tema de los desplazados, que ascendieron a aproximadamente dos millones de personas, y la ampliación de los soldados franceses en la región, que ascendió de 4500 a 5100. A pesar de este último punto, el presidente francés Emmanuel Macron criticó la poca vocación de los países del Sahel para encontrar una solución que no sea meramente militar.

¿Quiénes son los paladines del Sahel?

Habiendo comprendido las bases de la institución del G5, es preciso entender quiénes son las figuras que lideran este organismo, y cuál es el papel fundamental que juegan en el mantenimiento de la paz en la región.

La política chadiana cobró mucha notoriedad este año luego de la inusual muerte de su histórico líder Idriss Déby. El deceso de este Jefe de Estado ocurrió el 19 de abril pasado, al ser herido de gravedad durante un enfrentamiento armado entre su gobierno y grupos opositores radicalizados. La gran relevancia que generó este evento también está relacionada a que Idriss fue el presidente de Chad que más tiempo ocupó el poder, siendo presidente desde 1990, triunfando en seis procesos electorales consecutivos, ganando el último en abril de este año.

Déby era comandante de uno de los ejércitos más avanzados del continente, capaz de proteger al país de amenazas externas (grupos yihadistas), al mismo tiempo que enfrenta a un enemigo interno (grupos chadianos armados). Esta característica le permitió contar con el apoyo de potencias occidentales como Estados Unidos y Francia, que poseen un aliado clave en su lucha contra el terrorismo en el Sahel. Por esto mismo, las potencias occidentales han apoyado al gobierno de Idriss a pesar de las constantes denuncias de violaciones a los derechos humanos, autoritarismo y fraude electoral que sus rivales han levantado en su contra.

Con la muerte de este líder, las fuerzas armadas de Chad tomaron el poder suspendiendo la Constitución, y depositando la titularidad de la presidencia de manera interina en manos del heredero: Mahamat Déby. En este nuevo escenario, la comunidad internacional aboga por una salida pacífica que permita recuperar la normalidad democrática sin poner en riesgo la seguridad de la región.

Mauritania también tiene una historia signada por los golpes de Estado, llevándose a cabo el último apenas unos 13 años atrás. El mandatario que formó parte de la constitución del G5S en representación de este país fue Mohamed Abdelaziz, quién tomó las riendas del ejecutivo luego del golpe, y que después triunfaría en elecciones en 2009 y 2014, teniendo que ceder el mando en 2019 a Mohamed Ghazouani por ser limitadas las reelecciones presidenciales.

En principio, la toma del poder por la vía militar de Abdelaziz fue condenada por distintas naciones y organizaciones internacionales, pero con el tiempo se restablecieron las relaciones diplomáticas por la misma razón que se apoyó al gobierno de los Déby en Chad.

Anteriormente se mencionó que un representante de Níger fue el primero en asumir como Secretario Permanente del G5S en 2014,. Esto demuestra el protagonismo que este extenso país saheliano adoptó desde un comienzo. Al igual que el caso expuesto en los dos párrafos previos, la historia nigerina también muestra una gran inestabilidad política, llevando actualmente unos diez años en democracia luego de la última interrupción democrática también por parte de las fuerzas armadas.

Mahamadou Issoufou fue el encargado de dirigir al país entre 2011 y 2021, siendo el que le permitió ingresar y participar activamente de G-5. Este líder venció en las elecciones posteriores al golpe de Estado de 2010 con su partido demócrata y socialista, que luego se mantendría en el poder con la victoria de su actual presidente: Mohamed Bazoum.

Los casos de Burkina Faso y Mali, los países restantes que pertenecen a este organismo, son los más singulares de la región, ya que los presidentes que firmaron la adhesión al G5S fueron depuestos de su poder en 2014 y 2020 respectivamente. En el último caso incluso hubo un segundo golpe de Estado en 2021, lo que generó mayor inestabilidad e incertidumbre en la zona.

Roch Marc Christian Kaboré es el nombre del actual presidente de Burkina Faso. Electo en las elecciones de 2015, luego del violento derrocamiento de Blaise Compaoré, Kaboré había sido Primer Ministro del país en los años 90 y militante del mismo partido que su antecesor hasta su salida un tiempo antes del golpe de Estado. 

En Mali, Assimi Goita fue elegido para tomar el poder sin elecciones de por medio. Su llegada se llevó a cabo una vez que los anteriores dirigentes de la transición fueran depuestos por el ejército, concatenando dos golpes de Estado consecutivos en medio de un proceso de normalización institucional.

Al igual que ocurrió con Chad, las interrupciones democráticas en estos dos países no fueron criticadas por la comunidad internacional con la dureza que se esperaba, ya que son piezas importantísimas en el tablero de ajedrez del Sahel. Incluso el primer golpe en Mali llevó a una transición cívico-militar aplaudida por Francia y sus aliados, que perduró poco hasta que ocurrió un nuevo asalto al poder.

Aún queda mucho por recorrer…

Las primeras aproximaciones al G-5 del Sahel parecen prometedoras. El trabajo que este organismo y sus Estados miembros vienen realizando desde 2014 ha permitido frenar el crecimiento de agrupaciones terroristas, como Boko Haram, en una región que se muestra vulnerable por diversas razones geográficas, sociales, económicas y políticas.

Un elemento a destacar de esta institución y que explica el relativo éxito que se ha tenido es la voluntad política que tuvieron no solamente los países de la zona, sino también las potencias occidentales como Francia, que ha aportado desde los ámbitos financiero y militar. Mientras que las naciones del Sahel demostraron una gran capacidad de operativizar proyectos, como es el caso de la fuerza conjunta planificada en 2015 y lanzada en 2017.

Entre sus principales debilidades  se encuentra la gran inestabilidad política que enfrentaron y continúan sufriendo los cinco integrantes del G5S. La dificultad para mantener ordenado el ámbito doméstico y de sostener procesos democráticos transparentes es una verdadera falencia a la hora de proyectar este orden hacia fuera de sus fronteras. Todo ello sin mencionar que los cambios súbitos de liderazgos pueden generar fisuras en la cooperación regional, puesto que se produce una gran incertidumbre cada vez que un líder nuevo toma el poder en alguno de ellos.

La comunidad internacional, y principalmente Francia, está jugando un rol fundamental a la hora de mantener la cohesión interna en cada uno de estos países para no perder a aliados importantes en la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, el costo de esto se traduce en tener que mirar para otro lado cuando derechos políticos, civiles y humanos son violados por las fuerzas armadas y los gobiernos nacionales. 

Si bien el G-5 del Sahel creció rápidamente desde su creación, el camino por recorrer es largo y está lleno de obstáculos. Cada error debería entenderse como una oportunidad para mejorar, y cada logro simboliza un paso más cerca de la tan añorada paz. Igualmente, como dejó en claro el gobierno francés, el Sahel no puede depender de lo militar para enfrentar los complejos escenarios del futuro, sino que también debe saber generar soluciones a largo plazo que hagan énfasis en el desarrollo, la generación de empleo, la educación, y el bienestar económico de las sociedades que habitan en la región.

Portada: Unión Europea

Ignacio Fernández

Ignacio Fernández tiene 22 años, es estudiante avanzado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Lanús, Buenos Aires, Argentina. Actualmente se encuentra en la Mención en Defensa Nacional y Seguridad Internacional. Desde diciembre del año 2019 es miembro del Grupo de Jóvenes Investigadores del Instituto de RRII de la Universidad Nacional de La Plata.

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