Impacto global: el resultado de un año sin educación

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La crisis sanitaria producida por el COVID-19 ha provocado el cierre de escuelas para contener la pandemia y evitar la propagación del virus. Aunque para algunos alumnos no ir a la escuela inicialmente puede parecer un alivio, la falta de socialización y aprendizaje podría acabar siendo un gran problema a largo plazo. En la actualidad, el mundo está atravesando por uno de los momentos más críticos a nivel sanitario y social. Sin embargo, la educación también representa un problema global urgente que requiere soluciones conjuntas. En función de la relevancia que posee esta temática, es posible preguntarse: ¿cuáles son las consecuencias de las clases no presenciales?

Tras la declaración de la Directora Ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore, se analiza el estado de la educación a nivel mundial durante y como consecuencia de 18 meses del comienzo de la pandemia de COVID-19, destacando que aún millones de niños y niñas no han vuelto a la presencialidad escolar. Hoy en día, las escuelas primarias y secundarias siguen cerradas en 19 países; una situación que afecta a más de 156 millones de estudiantes.

Fuente: UNESCO (Actualizado al 06/11)

No solo el cierre de las escuelas agravará los resultados en el desempeño escolar, sino también lo hará la crisis económica, que es posible que continúe cuando las escuelas reabran. Pero, ¿cómo ha reaccionado la comunidad internacional? El Fondo Monetario Internacional destaca, en sus perspectivas de la economía mundial de abril, que existe una peligrosa diferencia económica mundial, e incluso se vaticina una baja probabilidad de que la mayoría de los países recuperen sus niveles de producción anteriores a la pandemia hasta, al menos, a fines del año 2022. 

Según los pronósticos, la organización informó que la economía global se retrajo un 3% en 2020, una caída mucho más fuerte que la de la crisis financiera global de 2008-2009. Se estima que los países con mercados emergentes necesitarán al menos US$2.5 billones en recursos financieros para superar la crisis. Ello agravará los impactos en la educación a través del ingreso de los hogares, así como de canales comerciales y fiscales, tanto durante el cierre de escuelas como después de su reapertura. 

En los países con ingresos altos, el cierre de las escuelas ha perjudicado a los estudiantes de entornos socioeconómicamente desfavorecidos, lo que, lógicamente, genera preocupaciones a largo plazo para el nivel de aprendizaje y educación de dichas sociedades. Existe una brecha cada vez mayor entre los estudiantes que tienen la posibilidad de acceder a las clases  a través de aparatos tecnológicos e Internet, y aquellos que carecen de dichos recursos. De un modo similar, la interrupción de la educación ha tenido y seguirá teniendo efectos en otros ámbitos, como el social, cultural y económico, además del educativo.

Por ejemplo, los cierres de instituciones educativas dificultan la prestación de servicios esenciales a niños y comunidades, como el acceso a alimentos nutritivos, la estabilidad laboral de muchos padres, sin mencionar el aumento registrado en los riesgos de violencia doméstica contra las mujeres y las niñas. Durante la pandemia, el 16% de la población mundial que vive en economías avanzadas ha sufrido pérdidas significativas en cuanto al poder adquisitivo y productivo, pese a que ahora espera una pronta recuperación. China, que representa el 18% de la población mundial, fue la primera gran economía en presentar síntomas de recuperación económica, principalmente gracias a su preparación para epidemias y una mayor capacidad estatal para contener el COVID-19. El riesgo del aumento de las tasas de deserción escolar en este contexto también podría generar tensiones sociales e inestabilidad, ya que se incrementa la cantidad de grupos de jóvenes que, al no finalizar sus estudios, presentan  pobres perspectivas económicas y sociales futuras.

Apoyando al otro 84%

En todo el mundo se han desarrollado soluciones educativas a distancia, gracias a las rápidas respuestas de los Gobiernos e instituciones en apoyo de la continuidad de las clases, como la Coalición Mundial para la Educación reunida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). También se ha distinguido la función esencial que desempeñan los docentes de los distintos niveles, ya que se calcula que cerca de 60,2 millones han sido afectados por los cierres de las escuelas a nivel global. 

Siendo esto un gran desafío, los educadores debieron empezar a preparar clases y materiales para facilitar la continuidad de las clases, en la medida de lo posible, garantizando la equidad, el acceso y calidad del proceso de aprendizaje desde casa. Los docentes tienen ante sí el reto de adquirir conocimientos, habilidades y actitudes digitales que motiven a los jóvenes a hacer un uso crítico de la tecnología no solo en el aula, sino también en casa y en su vida social. Solo así estarán contribuyendo a construir una respuesta colectiva e ilusionante a los retos que hoy plantea la educación virtual. La manera de aprender ha cambiado y, por ende, la forma de enseñar debe adaptarse. Lo que significa que tanto la figura del docente como las metodologías de enseñanza han de adecuarse a la manera de concebir el conocimiento que se acaba de exponer, siendo testigo directo de los cambios y las características propias de la actual generación de jóvenes que demandan una educación acorde a sus necesidades en un contexto como el que vivimos. 

Henrieta Fore afirmó que el aprendizaje remoto llegó para quedarse, aún cuando muchos países no se encuentran preparados, puesto que no poseen infraestructura, nivel de digitalización, ni el capital humano requerido para ejecutarlo eficientemente. Explicó que el acceso a la educación a distancia no es un problema que enfrentan solo los países en desarrollo, sino que el mundo entero está sufriendo la crisis de la educación. Como toda crisis es una oportunidad, los países deben sacar provecho del impacto del COVID-19 sobre la modalidad de las clases y absorber las alternativas que más les sirvan a sus realidades. Es importante que no dejen pasar la oportunidad de progreso e innovación del sistema educativo para lograr ser más resilientes y generar mayor certidumbre en los tiempos futuros. La enseñanza remota y el aprendizaje en línea se convirtieron en un nuevo modelo de formación y aprendizaje, generando un impacto a la luz de muchos factores: la didáctica, la mediación tecnológica en las interacciones, la creación de contenido digital, el diseño de experiencias de aprendizaje y la construcción de conocimiento. En este sentido, estos desafíos han provocado incertidumbre, pero también han evidenciado oportunidades de progreso en el sector educativo.   

Según estimaciones de la UNESCO, alrededor de 1.600 millones de estudiantes en más de 190 países se vieron obligados a dejar la escuela por la crisis producida. Pero el panorama es aún más oscuro en entornos de bajos ingresos. El Banco Mundial estimó en 2019 que el 53% de los niños que terminan la escuela primaria en países de ingresos bajos y medianos (y hasta un 80% en algunos países de ingresos bajos) todavía no podían leer y comprender un texto simple. A la luz de estos hallazgos, introdujo un nuevo concepto: «pobreza de aprendizaje”, que hace referencia a la condición de  no saber leer ni comprender un texto simple a los 10 años. Este índice reúne indicadores de escolaridad y aprendizaje: comienza con la proporción de niños que no han alcanzado la competencia mínima en lectura (medida en las escuelas) y se ajusta por la proporción de niños que no asisten a la escuela (supone que no pueden leer con soltura). En un contexto como el actual, si los países  no toman  acciones respecto a ello a corto plazo, la pobreza de aprendizaje aumentará. 

De la misma manera, el Banco Mundial compartió un informe sobre el desarrollo mundial del año 2018, el cual exponía que, en Kenia, Tanzania y Uganda, las tres cuartas partes de los estudiantes de tercer grado no podían leer una oración básica. En las zonas rurales de la India, los estudiantes no pudieron resolver un problema de resta de dos dígitos. Estos déficits de aprendizaje parecen persistir a pesar del impresionante crecimiento en el promedio de años de escolaridad en las últimas dos décadas. En pocas palabras, más educación no se tradujo en más aprendizaje y esta diferencia se ha vuelto tan grande en algunos entornos que anticipa una crisis de aprendizaje, provocando falencias para el sistema educativo.

En definitiva, estos cambios también ponen en riesgo el prometedor futuro del aprendizaje y la posibilidad de impartir una educación de calidad con un diseño educativo innovador, recursos de apoyo y compromiso social inclusivo. La realidad es que los niños, niñas y jóvenes que carecen de recursos para acceder al aprendizaje no poseen las mismas oportunidades. Todo ello teniendo en cuenta que el Estado tiene como prioridad operar de una manera integral, abasteciendo de recursos necesarios para las nuevas modalidades de enseñanza a los sectores más vulnerables de la sociedad, y absorbiendo innovaciones tecnológicas al proceso educativo.

La educación como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible presenta desafíos complejos, considerando que los niveles de pobreza pueden tender a crecer en el marco de la crisis recesiva que enfrenta la economía mundial fruto de la pandemia de COVID-19. En efecto, la desigualdad no ha disminuido significativamente en las últimas décadas y los sistemas educativos continúan fragmentándose. Es menester que todos los países, actores e instituciones internacionales mantengan su compromiso en desarrollar el recurso más importante que son las personas, pues desaprovechar el potencial humano podría  revertir décadas de progreso.

¿Quiénes son los actores que pueden ayudar a combatir este problema?

Organizaciones como Unicef trabajan para mejorar las políticas y servicios dirigidos a proteger a todos los niños, logrando que crezcan en un mundo seguro e inclusivo. La UNESCO trata de establecer la paz mediante la cooperación internacional en materia de educación, ciencia y cultura. La Organización Mundial de la Salud se especializa en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención a nivel salud. Por otro lado, Save the Children tiene como finalidad trabajar por los derechos de la niñez, así como Education Cannot Wait, que brinda el acceso contínuo a un aprendizaje de calidad como prioridad para los niños y las familias afectados por conflictos o desastres naturales. Amnistía Internacional busca defender los Derechos Humanos y denunciar aquellas prácticas que impidan su cumplimiento, entre otras organizaciones que están trabajando de manera activa para garantizar que todos los niños y niñas regresen a la escuela y reciban una educación de calidad.

Un camino de esperanza

En este escenario global, se vuelve esencial repensar la educación, sus propósitos, y sus formatos, a efectos de que mitigue el impacto  de la crisis y  la incertidumbre que genera. Ya que se ha acelerado el cambio de enseñanza y aprendizaje, es perentorio lograr un desarrollo equitativo y sostenible teniendo en cuenta la financiación para la educación correspondiente al  compromiso colectivo asumido en la Agenda 2030.

Desde hace años, los países examinan la mejor manera de abordar las problemáticas sociales y económicas, creando estrategias que permitan superar barreras que han obstaculizado el acceso a la educación. Es cierto que la pandemia deja como fractura expuesta las desigualdades de todo orden que vive un país, pero esa exposición podría servir para pensar alternativas diferentes y aprender de lo vivido. La principal salida supone definir opciones de escenarios de futuro. En cualquiera de ellos se trata de pensar una realidad distinta, aprovechando el lado productivo de dicha crisis, pensando en el futuro de las escuelas y alcanzar las metas educativas.

Portada: Fabio Almada (VG)

Florencia Rodríguez

Florencia Rodríguez tiene 21 años, es estudiante avanzada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina. Es diplomada en Gestión Publica y Municipal y en Negocios Internacionales. Trabajó con el equipo de investigación del programa de Ética y Teoría Política en el Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Facultad de Derecho UNC-CONICET. Actualmente integra la plataforma profesional de Educación Política Global en el área de redacción e investigación.

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