El derecho a decidir: el independentismo Escocés en el contexto del Coronavirus y del Brexit

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Escocia e Inglaterra: un vínculo histórico

La historia de Escocia e Inglaterra comienza unos cuantos siglos atrás. A los efectos de este artículo, se tomará en cuenta el desarrollo de los vínculos entre ambas naciones a partir de la firma del Acta de Unión, en el año 1707. Con la Unión, Escocia obtuvo compensaciones por el fallido proyecto Darien (proyecto de establecer una nueva colonia en América), logró mantener su derecho privado y obtuvo acceso a los mercados coloniales de Inglaterra, pero es importante mencionar que perdió su primer Parlamento Escocés con el Acta de Unión. Años después de la Unión, existieron varios intentos de socavar la Unión por parte de los Jacobitas (partidarios de la dinastía Estuardo, que había sido reemplazada por la dinastía de Hannover). La derrota de los jacobitas, hecho histórico muy conocido, se dio en la Batalla de Culloden, en el año 1745.  John Elliot, conocido historiador inglés, señala en su libro “Catalanes y Escoceses: Unión y Discordia” que los escoceses “conservaron en gran medida su autonomía administrativa e incluso política interna anterior a la Unión, y seguirían conservándola hasta el siglo XIX”, aunque la incorporación al parlamento de Westminster causó descontento en varios sectores de la población escocesa.

Durante el Siglo XIX, Escocia profundizó sus vínculos con Inglaterra, debiendo esta última fomentar las relaciones de amistad y cooperación entre ambas a efectos de asegurar la lealtad continua de Escocia al proyecto unionista. En ese sentido, se estableció una práctica de obtener el consenso de los ciudadanos escoceses al momento de legislar sobre asuntos que concernían al pueblo Escocés. Sin embargo, en la segunda mitad del Siglo XIX, Escocia comenzó a demandar más autonomía, mayor home-rule, tras la incorporación de Irlanda al Reino Unido y el surgimiento de una percepción de que Inglaterra había desviado su atención hacia Irlanda y había “descuidado” su vínculo con Escocia. 

Ya en el siglo XX, las voces a favor de la mayor autonomía fueron creciendo y fueron surgiendo agrupaciones políticas vinculadas a este discurso. En 1928 surge el National Party of Scotland, que en 1934 se unió con la Cathcart Unionist Association para formar el vigente Scottish National Party (también conocido como SNP). En 1967, el SNP obtuvo una banca en el parlamento de Reino Unido. En la década de 1960, el discurso escocés del home-rule volvía a estar en discusión. Viendo esto y a efectos de ganar la confianza del electorado escocés, el Labour Party abrazó la consigna de la devolución (devolution), un camino intermedio entre la independencia y el status quo. En 1979 tuvo lugar el primer referéndum para obtener la devolution de Escocia, pero este proceso fracasó. Posteriormente, los 18 años de conservadurismo que le siguieron al referéndum (con los gobiernos de Thatcher y Major), no permitieron que Escocia pudiera volver a plantear el asunto de la mayor autonomía o devolution, menos aún de la independencia. Según señala el autor Tom Devine en su libro “Independence or Union: Scotland’s Past and Scotland’s Present”, famoso historiador escocés especializado en la historia de Escocia, las políticas centralistas de Thatcher y su poco compromiso con las cuestiones escocesas crearon la percepción de Escocia como “una región de Reino Unido y no una nación”, dentro de la sociedad escocesa. Posteriormente, cuando Tony Blair (laborista) llegó al poder en 1997, embanderado en la idea del home-rule, llevó a cabo un referéndum para el establecimiento de un parlamento escocés. El referéndum fue favorable a la creación de este, que comenzó a funcionar en 1999.

La identidad escocesa

Gran parte de los escoceses ha construido su identidad en contraposición a la identidad inglesa o británica. Escocia posee muchas tradiciones, tales como el uso del kilt, la música con gaita, el whisky escocés, el haggis (tradicional plato escocés), entre otras. En el sitio web oficial del gobierno escocés, el mismo define a la identidad escocesa como “nuestro sentido de pertenencia a un lugar, de historia común y de nosotros mismos. Se define como lo que significa ser escocés, vivir en una Escocia moderna, tener una afinidad con Escocia y participar en la sociedad escocesa”. Aquí se divisa claramente la dimensión histórico-cultural y por otra parte la dimensión política: la decisión sobre los asuntos escoceses y el ejercicio del gobierno de Escocia por parte de los escoceses. En un artículo de la BBC (2018), se señala que solamente el 59% de la población escocesa se siente “británica”. Por otra parte y en consonancia con este sentimiento, gran parte de los escoceses se define a sí mismos como “fuertemente escoceses”. En este sentido, se podría considerar a Escocia como nación, tal como la define Rafael Calduch: “colectividad que ha alcanzado la integración cultural entre sus miembros, en el transcurso de un proceso histórico común, y gracias a la cual goza de una capacidad de actuación y relación con otras colectividades internacionales, así como de una  autonomía funcional, interna garantizada por la identificación entre los individuos y la nación” (1991, pg. 16). El autor también cita a García Pelayo, puntualizando que “Al revés que el Estado, la nación no está necesariamente vinculada a un territorio, aunque ciertamente, pueda estarlo, no es una entidad territorial, sino personal.” En ese sentido, podemos ver que la nación está fuertemente vinculada a una cultura e historia común, que gestan un sentido de pertenencia o identidad. Escocia también podría encajar en el concepto de “pueblo” que realiza Calduch, pero el mismo no hace referencia a la historia como factor unificador. Los pueblos, según Calduch, son aquel “grupo social que ha desarrollado unos vínculos de agregación colectiva entre sus miembros como resultado de su conciencia de identidad política común y de la actuación orientada a traducirla en una entidad estatal propia o independiente”. A pesar de que Escocia presenta elementos de ambos, la definición de “nación” se ajusta más a la realidad escocesa, dado que Escocia construye su identidad con el componente histórico, además de otros elementos (como la cultura). Cabe resaltar, por último, que a pesar de que en Escocia hay lenguas propias (el antiguo gaélico o el escocés), estos elementos no constituyen un elemento fuerte en su identidad, a diferencia de Cataluña, que históricamente ha defendido su derecho a “comunicarse en catalán”.

El referéndum por la independencia de 2014

Durante la campaña para el referéndum, diversos temas fueron abordados. El argumento principal esbozado por los independentistas fue que las decisiones sobre Escocia sean tomadas por gente respaldada por el pueblo escocés. Esta visión planteaba que el Westminster System no lograba construir un país próspero y más equitativo. Sin embargo, la opción independentista se presentó como una opción que no rompía 100% con la estructura de la unión. En ese sentido, se proponía mantener la libra esterlina y se buscaría establecer un nuevo acuerdo con Reino Unido, tal como señala Michael Keating, reconocido politólogo inglés especialista en nacionalismos.

Por otra parte, la campaña a favor de la permanencia en el Reino Unido (Better Together), fundaron sus argumentos en la seguridad que otorgaba a Escocia permanecer en el Reino Unido y la incertidumbre que acaecería sobre el pueblo escocés si votaba a favor de abandonar el Reino Unido. Los partidarios de la agrupación Better Together alegaban que era posible avanzar con Escocia a través de una mayor devolución de poderes, en vez de recurrir a la opción independentista. Asimismo, un punto importante en la campaña del Better Together, fue la cuestión relacionada a la Unión Europea: la independencia supondría que Escocia, como estado independiente, debería atravesar el proceso de adhesión a la Unión Europea nuevamente. Este punto es muy relevante para entender la situación actual. 

El referéndum por la independencia de Escocia tuvo lugar el 18 de setiembre de 2014 y triunfó la opción a favor de permanecer en el Reino Unido, con un 55% sobre un 45% para el Yes Scotland.

Brexit means Brexit: ¿cambio fundamental en las circunstancias?

En junio de 2016, Reino Unido votó a favor de abandonar la Unión Europea, con un 51,9% de apoyo. Como refleja el porcentaje, la opción a favor del Brexit triunfó con una diferencia bastante ajustada. La cuestión relevante aquí es que Escocia votó a favor de la permanencia en la Unión Europea, con un importante 62% de respaldo al proceso de integración. Lógicamente, esta situación creó una nueva tensión entre los escoceses y los partidarios del Reino Unido. Nicola Sturgeon, primera ministra de Escocia, afirmó en 2016 que era “democráticamente inaceptable” que Escocia debiera salir de la Unión Europea contra su voluntad. En 2016, comenzó a trabajar en la negociación de un segundo referéndum, fundado en el cambio fundamental de las circunstancias, que justificaría la opción de que Escocia decida su futuro. 

Hoy por hoy, si se ingresa al sitio web oficial de la campaña a favor del referéndum  (Yes Scotland), se puede visualizar el argumento principal que plantea que Escocia fue arrastrada hacia el Brexit sin reconocerle el derecho a elegir si permanecer o no en la Unión Europea. Asimismo, se hace referencia a la posibilidad de tener un lugar en la Unión Europea y en Naciones Unidas como Estado Independiente. Sin embargo, y de acuerdo a la opinión de varios juristas, Escocia como Estado Independiente debería pasar por el proceso de adhesión a todas las Organizaciones Internacionales, dado que dejaría de formar parte del Reino Unido y se constituiría en una entidad diferente al Reino Unido. Por otro lado, en 2019, se publicó un paper oficial llamado Scotland’s right to choose: putting Scotland’s future in Scotland’s hands” (traducido al español como “El derecho a decidir de Escocia: poner el futuro de Escocia en las manos de Escocia”), en el que se profundiza en la idea del “cambio sustancial en las circunstancias” y se hace referencia al Reino Unido como un Estado plurinacional y no un Estado Unitario. 

Contexto actual: el COVID-19 como agente agravante

No queda duda alguna que el COVID-19 ha modificado la normalidad existente hasta diciembre de 2019. No obstante lo anterior, autores como José Antonio Sanahuja, señalan que el COVID-19 se presenta como un factor que agrava una situación preexistente: la crisis del multilateralismo, el surgimiento de nuevos nacionalismos y el proteccionismo son situaciones que ya estaban presentes antes de la llegada del virus, pero han sido profundizados por su presencia. 

En este contexto actual, el Scottish National Party continúa en una posición predominante en la política escocesa, tal como indican algunas encuestas respecto a las elecciones de 2021. Asimismo, según advierte John Curtice de la Universidad de Strathclyde en un artículo de The Economist, la gestión de la pandemia por parte de la primera ministra Escocesa, en contraposición al primer ministro inglés Boris Johnson, puede haber creado la sensación de que “Escocia quizás pueda gobernarse a sí misma de una mejor forma”. Sin embargo, dicho artículo puntualiza que Reino Unido ha asistido a Escocia en la gestión del Coronavirus. 

La red de negocios Business for Scotland, grupo de expertos en economía y comercio que apoyan la independencia de Escocia, observa que la posibilidad de lograr el autogobierno  está más cerca ahora que nunca. Una encuesta del prestigioso periódico “The Times” mostró que un 53% de los escoceses estarían a favor de votar a favor de la independencia. Sin embargo, Nicola Sturgeon, el Scottish National Party y todos los movimientos independentistas deberían obtener un acuerdo similar al que obtuvieron para la realización del referéndum de 2014, una cuestión difícil en el actual contexto. Boris Johnson, actual primer ministro del Reino Unido, ha revelado varias veces su negativa a promover un nuevo referéndum, en sintonía con las palabras del ex Primer Ministro David Cameron en 2014 tras los resultados del referéndum: “el debate ha sido cerrado por una generación”.  En 2019, el primer ministro Boris Johnson rechazó la posibilidad de devolución de poderes para realizar un segundo referéndum.

Sin duda que el debate sobre el independentismo escocés no ha quedado saldado aún y será necesario aguardar a que la pandemia del COVID-19 sea mayormente controlada a efectos de poner el foco nuevamente en otros aspectos como la independencia. Posiblemente, las elecciones locales a realizarse en Mayo de 2021 reavivarán el debate sobre el futuro escocés. Finalmente, cabe resaltar que será importante continuar analizando cómo el COVID-19 puede potenciar ciertas situaciones preexistentes a su aparición.

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