El hombre pesca desde la Edad de Piedra; en un principio lo hacía para alimentarse, pero con el paso de los siglos, se incorporó la comercialización del pescado con fines económicos. Asimismo, es también una gran fuente de empleo e ingresos, ya que 59,51 millones de personas dependen de dicha actividad para su subsistencia.
Por la importancia mundial de la industria pesquera, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (en inglés FAO) publicó en 2020 el “Estado mundial de la pesca y acuicultura”, que aporta conocimientos técnicos e información específica sobre el funcionamiento del sector en el presente, pero también incluye tendencias a futuro.
En esta edición, el informe que también se conoce como SOFIA por sus siglas en el idioma original, tiene como temática “la sostenibilidad en acción”. Si bien la pesca es una actividad fundamental para la alimentación, no siempre se realiza teniendo los pertinentes cuidados ambientales y es entonces donde aparece la pesca sostenible como una alternativa a los métodos tradicionales.
Cuando la pesca de captura amenaza la conservación animal
El primer productor de pesca de captura es China, país que lidera el ranking con un 15%, seguido del Perú quien se posiciona en segundo lugar con un 8% y comparte el mismo porcentaje con Indonesia. En tercer lugar, ubicamos a Rusia y Estados Unidos, representando ambos un 6% del total de capturas marinas a nivel internacional. A nivel global, la suma de todas las capturas da como resultado la pesca de 96,4 millones de toneladas, una cifra sin precedentes.

Los 10 principales productores de pesca de captura en 2018. Fuente: FAO
Según la ONU, en los océanos hay cerca de 200,000 especies identificadas, de las cuales más de 1700 son capturadas. La tendencia identificada por FAO es que las pequeñas especies pelágicas son las más pescadas año a año. En 2018, se pescaron más de 7,0 millones de toneladas de anchoveta (un pez que predomina en las aguas de Perú y Chile).
Por su parte, el abadejo de Alaska (que se encuentra en el mar de Bering que limita con Alaska, Siberia y Rusia) representa 3,4 millones de toneladas, mientras que el rayado ( típico de Colombia) quedó en tercer puesto, ya que se cazan 3,2 millones de toneladas anualmente. En el caso de los atunes, camarones y langostas (del mar Mediterráneo), su captura creció de manera considerable.
Así, la masiva captura de peces y mariscos genera una alta reducción de las especies, poniendo en peligro a más de una tercera parte de la vida animal apta para el consumo humano. Es por ello que se afirma que los ecosistemas marinos están siendo sobreexplotados y se deben buscar políticas de regulación para la conservación de los océanos y de los seres vivos que en ellos habitan.

Tendencias mundiales de la situación de las poblaciones marinas. Fuente: FAO
Pesca sostenible: ¿solución a la sobreexplotación?
Se deben tomar acciones para que las futuras generaciones puedan contar con los recursos marinos como hoy en día los conocemos. Por eso, Naciones Unidas ha considerado la conservación de la vida submarina dentro de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La situación actual es preocupante porque además de la pesca, la contaminación y eutrofización están generando un rápido deterioro de los océanos, que se estima que llegue a las costas marítimas para 2050. Es por eso que, de aquí a diez años, se busca reducir la contaminación marina, generar conocimiento científico del tema y reglamentar la explotación pesquera. Eso implicaría promover una gestión sostenible de la pesca, la acuicultura y el turismo.
La pesca sostenible es un conjunto de prácticas pesqueras cuyo objetivo es reducir el impacto de la actividad tanto sobre especies marinas como sobre el ecosistema, acabando así con el peligro de extinción de los peces. Según el informe, la conservación de los recursos contribuye al bienestar social y genera beneficios económicos, a la vez que se garantiza la seguridad alimentaria y erradicación de la pobreza.
Entre las ventajas de la implementación de esta nueva forma de pesca está la protección de las especies marinas. Eso se debe a que, gracias a dicho proceso, los animales que son extraídos del mar son únicamente aquellos destinados al consumo humano; evitando así quitar de su hábitat natural a peces que carecen de valor comercial.
Estas medidas aportarían a que la industria pesquera sea más responsable, genere menos residuos, minimice el consumo de energía y reduzca los daños al planeta. Es importante destacar que las “sobras” de las proteínas se aprovechan para hacer harinas y aceites de pescado, contribuyendo con el rédito económico y con el no desperdicio de los recursos naturales. Para evaluar que estos tópicos se lleven a cabo, organizaciones internacionales determinarán si una pesquería es sostenible y si se está gestionando de forma adecuada.
Marco institucional que respaldan las prácticas amigables
Hacia 1980, la falta de regulación en la pesca evidenció que los recursos naturales son finitos, ya que las poblaciones de peces en el mundo comenzaron a escasear. Es por eso que, en 1995, se aprobó el Código de Conducta para la Pesca Responsable con el voto a favor de más de 170 países miembros de la ONU.
En sus páginas se promueve la pesca y la acuicultura responsables teniendo en cuenta la “cadena” de procesos que van desde la captura hasta el consumo de los productos de origen marino y cuenta con el respaldo de normas del derecho internacional para que pueda aplicarse, de forma voluntaria, en todo el mundo.
Hace más de 25 años se viene trabajando y perfeccionando el Código, e incluso se ha traducido a 40 idiomas para fomentar su circulación. En 2014, se digitalizó un cuestionario para “evaluar” su aplicación, lo que evidenció que 128 naciones aplican las normas allí establecidas y se registra la nueva ordenación pesquera.
En la actualidad, la mayoría de las políticas en torno a la pesca son compatibles con estas medidas que fomentan la pesca responsable. Entre las cosas que ha promovido se destaca la cooperación local, regional y mundial respecto a la causa y la concientización sobre los sistemas alimentarios sostenibles; tema que directamente afecta a la industria pesquera. En otras palabras, el Código es clave para lograr varios de los objetivos de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.
Tecnologías y perspectivas a futuro
La pasada edición del informe “El estado mundial de la pesca y la acuicultura” expresó la necesidad de implementar datos estadísticos y herramientas tecnológicas para tener nuevas bases de datos que hoy en día se están incorporando al sector de la pesca.
Los avances de la tecnología satelital tuvieron como resultado el “Sistema de identificación automática”, que consiste en el rastreo de la navegación de buques pesqueros (grandes y pequeños) que circulan en los mares y océanos. Entonces, los datos no sólo permiten tener un control del volumen de barcos destinados a la captura de peces, sino también identificar aquellos navíos que realizan prácticas ilegales.
En el futuro, el sistema podrá apoyar la ordenación de la pesca frente a la incertidumbre y el clima cambiante. También se usan “cadenas de bloques”, dígase una cadena de vínculos que almacena datos auditables en unidades que llaman bloques, para lograr un rastreo y vigilancia del suministro de pescado y los ingresos que genera en el mercado.
La gran cantidad de datos que se obtiene gracias a esas herramientas permite un mayor control. Por ende, colabora con la mejora de la sostenibilidad, de la seguridad en el trabajo y del ecosistema marino. Pero no sólo alcanza con números que evidencian el panorama actual. Por eso, FAO promueve normas y regulaciones para acercarnos a una pesca y acuicultura más “amigable”.
Más allá de las personas cercanas al sector y organismos internacionales, es tarea de todos trabajar para cuidar la vida submarina. Lo importante es tomar conciencia sobre los hábitos de captura y consumo del pescado que llega en el almuerzo o cena a las mesas familiares porque incluso una comida puede tener un gran impacto en el medio ambiente.
Portada: CANVA
Muy bueno Dulce!!