Durante los años 50´ Francia tuvo que enfrentar un fuerte proceso de descolonización en sus territorios coloniales africanos conocidos como la Francia África o “Françafrique”. Ante los inminentes conflictos surgió la necesidad de controlar sus mecanismos, “una ingeniería” sobre la independencia de estos territorios coloniales a fin de que la misma sea solo una “independencia nominal” y no formal.
Ante esto, los líderes de los movimientos independentistas, la mayoría francófilos educados en Francia, sólo podían elegir entre adherirse a los planes que provenían de París o abocarse a la vía armada. Esto tuvo como consecuencia la guerra en Argelia y la primera revuelta camerunesa. Este proceso de descolonización trajo graves consecuencias para Francia que detonó la formación de una nueva V República con su propia Constitución semi-presidencialista encabezada por el general Charles De Gaulle. Este nuevo ordenamiento jurídico concede a De Gaulle una gran concentración de poder en su figura.
Asimismo, la política que propuso De Gaulle ante una sociedad francesa en plena crisis fue de preparar un proceso que permita la transición de una dependencia colonial a una dependencia neocolonial. ”Sería conocido como la supervivencia del sistema colonial a pesar del reconocimiento formal de la independencia política en los países emergentes, los cuales eran víctimas de una casi indirecta, “subtitulada”, forma de dominación por medios políticos, económicos, sociales y técnicos.
Una de estas herramientas que construyó el Estado francés fue la Comunidad Francesa de 1958; una confederación donde los países podían decidir pertenecer o no. Sin embargo, fue efímero el interés y con el rechazo de Guinea se acentuó aún más su inviabilidad. Trece Estados vieron así su nacimiento: Camerún, Senegal, Togo, Benín, Níger, Burkina Faso, Costa de Marfil, Chad, República Centroafricana, República del Congo, Malí y Mauritania.
Esto traería graves consecuencias en la región, pues Charles De Gaulle aceptaría la independencia sin mucho problema, pero a cambio de ciertas condiciones, que hoy por hoy, son la base de las nuevas problemáticas en la región. Las mismas eran: 1) el acuartelamiento de contingentes de tropas francesas en la región; 2) la aceptación de dos divisas regionales, una para áfrica occidental y otra para áfrica central controladas no por los nuevos Estados, sino por bancos centrales regionales donde Francia tendría poder de veto. La mitad de las reservas francesas no estarían siquiera en los bancos centrales mencionados, sino en el Banco central de Francia y atados en paridad al Franco (antigua moneda nacional de Francia).
Vale aclarar que, en la actualidad, estas condiciones se mantienen, aunque las monedas regionales ahora están atadas al euro y a las políticas del banco central europeo.
Con De Gaulle se inaugura el neocolonialismo y el patrimonialismo que caracterizaría al resto de relaciones francesas en África en el siglo XX. Francia de ese modo podía proyectar sus capacidades materiales así como su poder blando sobre la región influyendo en las elites locales por medio de la cultura, los medios, la academia, o por la propia proyección militar en la región.
Como se mencionó, muchos de los dirigentes de estos países eran francófilos y fervientes admiradores de De Gaulle, a quien veían como una persona ilustre y excepcional; por lo que al principio no hubo grandes inconvenientes. Esto se entrelaza con la influencia que mantuvo el Elíseo con la política local, influenciando en elecciones y derrocamientos, golpes de estado auspiciado y llevado de la mano con ayuda del ejército de tierra Francés y de la legión extranjera.
Durante el período colonial, Francia ejerció un imperio virtual en África Subsahariana con una premisa de dominio económico, lingüístico e incluso con el control de líderes y personalidades destacadas. Fundado en el interés nacional, Francia buscaba crear y mantener una esfera de influencia sobre los territorios africanos, buscando competir a nivel global con las otras dos grandes potencias con la “pré carré” africana: los EE.UU y la URSS.
Por otra parte, Francia ha dirigido las políticas económicas de estos países desde su independencia, quienes han sufrido hambrunas e incontables guerras civiles y mantienen los mismos índices de pobreza que cuando se independizaron. “De hecho, en los años 1960 el PIB per cápita medio del África Subsahariana (ASS) era claramente superior (un 30% mayor) al de la media tanto de los países del Sudeste Asiático (EAP) como de los países del Asia Central (CAS) y sólo algo menor de la de los países de Oriente Medio y Norte de África (NAOP)”.
El mismo interés nacional se puede apreciar como constante de política exterior en los sucesores a la cabeza del Estado francés. Con el ingreso a la presidencia de Georges Pompidou hubo una continuidad de las políticas de De Gaulle y su “dirigismo”, pues el mismo se limitó a generar una continuidad en el apoyo a los regímenes aliados. Su mayor logro fue la creación de la Agencia de Cooperación Cultural y Técnica (ACCT).
No fue hasta la presidencia de François Mitterrand, de corte izquierdista pero con cohabitaciones de figuras de centro derecha o derecha, que se buscó acabar con las relaciones neocoloniales que mantenía el país galo. Las cohabitaciones conservadoras debilitaron esta postura, refugiándose en la cooperación y coordinación, tanto bilateral como multilateral, bajo tesis liberales o realistas. Su acción más llamativa fue la condena del régimen del Apartheid mediante sanciones económicas, exigiendo la finalización del regimen de segregación y discriminación en Sudafrica.
Es así que las numerosas intervenciones a lo largo de los años 60´, 70´y 80¨ fueron la norma como parte de las estrategias de política exterior de parte del Elíseo en su región de influencia. Francia se encargó de firmar acuerdos de cooperación militar con la mayoría de los estados del pré carré. El Chad ha sido claramente el caso excepcional para el desarrollo de intervenciones militares, pues desde 1968 a 1972 y en 1978 con las operaciones ”Limousin”, “Bison”, “Tacaud” y “Puchero», Francia intervino frente a las rebeliones contra el Tibesti y Frolinat (Frente de Liberación Nacional del Chad respaldados por Libia en 1969) y después contra el Frente de Nacional de Liberación del Chad.
En 1983 el ejército francés desplegó varios miles de soldados al activar la operación “Manta” para apoyar al régimen chadiano conducido por el presidente Hissène Habré, desafiado por los grupos rebeldes de Goukouni Oueddeye y frente a la invasión de las tropas libias. Algo similar ocurrió con la Guerra de los Toyota y las operaciones “Epervier” y «Gavilán». Sin embargo, al terminar el conflicto, decidieron no retirar sus tropas, sino que utilizaron la finalización de la guerra a su favor e instalaron una base en N’Djamena, la capital del país, un lugar privilegiado para controlar los conflictos de la región.
Francia operó desde septiembre de 1979 hasta septiembre 1981 en Zaire y Ruanda, las cuales eran ex colonias belgas y británicas, respectivamente, para ayudar al Régimen de Mobutu a mantener su poder dictatorial y para intervenir en el conflicto de Katanga. En los años 90 ́ el historial de intervenciones sigue adelante sobre todo en países que históricamente no tenían presencia francesa. Los siguientes casos son ejemplo de un quiebre de política exterior de mantener una injerencia baja en Estados que no fueran antiguas colonias o que no fueran francoparlantes.
Con las operaciones “Bajoyer” se evacuó a residentes franceses de Kinshasa, capital de Zaire y actual República Democrática del Congo, y con la operación “Amaryllis” en Ruanda donde el presidente fue asesinado por partidarios Tutsi del Frente Patriótico de Ruanda. Tras el inicio del Genocidio en Ruanda una nueva intervención francesa en el país ocurre en 1994, con autorización de la ONU encomendada por la resolución 928, en la llamada operación “Turquesa”. Esta fue una operación multinacional con ayuda de los países de la francofonía francesa (Chad, Guinea-Bisseau, Níger y Mauritania) en conjunto con fuerzas de Congo Brazzaville y Egipto.
La operación fue una de las más controversiales de la década: para muchos analistas fue un intento de parar las matanzas y estabilizar la región; otros criticaron la operación como un verdadero acto de cinismo por parte de Francia, ya que buscaban generar “espacios seguros “ solo para los Hutus, proteger a “les amis de France” de ”les génocides”. Incluso lo vieron como un atentado contra la francofonía de la mano de los Tutsis, mayormente conectados con Uganda, la cual fue ex colonia británica y anglófona.
Ante todo, debemos destacar la prioridades que tenía Francia en la región: la defensa de la francofonía en contraposición de la expansión de la anglofonía propiciada ahora por los EE.UU; el mantenimiento de empresas monopólicas como la ex Elf; la estabilización de regímenes allegados (los casos de Costa de Marfil y el Chad); y la defensa de nuevas zonas geoestratégicas.
En enero de 1994 la devaluación repentina del franco CFA de 50%, de 0,02 FF a 0,01 FF impuesta por Francia y respaldada por el FMI y Banco Mundial, se presentó como un signo de la dependencia hacia ex potencia colonial, que tiene control directo sobre la economía de sus ex colonias. Si bien muchos argumentan que la divisa es propicia para la inversión extranjera directa, puede decirse que genera más estructuras verticales que horizontales. El hecho de que los francos occidentales y centrales no sean intercambiables imposibilita la integración regional y económica de los dos bloques monetarios. Por tanto, la integración con la economía gala resulta inevitable.
En consecuencia, el Franco CFA no ha favorecido a la creación de mercados comunes estables. El mayor paso que se ha dado en favor de la coordinación fue la creación y la cada vez más activa actuación del ECOWAS; no obstante, sigue siendo mínima.
Más allá del interés nacional francés y del juego geopolítico que llevaba a cabo la potencia gala, se pueden inferir que las cadenas del lenguaje, la estructuras de acuerdos bilaterales y relaciones con compañías francesas, los foros franco-africanos y las relaciones carnales entre las élites francesas y africanas, han servido para preservar el status quo de dominación francesa. Por último, este status quo no parece forzar al Estado Francés a responder por una gran cantidad de consecuencias históricas en la región, desde guerras civiles, golpes de Estado a crisis económicas.
Fuente portada: Infobae