Buscando comprender el proyecto europeo, debemos remontarnos en la historia al origen de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero –tras la Segunda Guerra Mundial en 1950– como primer paso de una unión económica y política de los países europeos para lograr una paz duradera, creando y fortaleciendo así los lazos de una identidad en común que uniera la solidaridad y esfuerzo cooperativo entre Naciones. Posterior a esta situación contemplaríamos su desarrollo con Acuerdos como el de 1957, cuando se firma el Tratado de Roma, por el que se constituye la Comunidad Económica Europea (CEE) o «mercado común».
Favorecidos, a su vez, por una bonanza económica en los años 60, dicha Comunidad logra extender sus fronteras en los 70’, liderando un gran cambio regional con planes para la creación de empleo e infraestructura focalizadas sobre las zonas más pobres. Simultáneo a este desarrollo, lograron ser y representar uno de los precedentes más importantes de la lucha contra el cambio climático, siendo promotores y ejemplificando con su trabajo al asumir conjuntamente el desafío y la lucha por el medio ambiente utilizando consignas como “el que contamina, paga”.
En la década de los 80 nuevos países se suman a este ideal, que como un sueño prometedor representó un augurio de progreso y libertad que avanzaría en 1986 con el Acta Única Europea, tratado que constituye la base de un amplio programa a seis años, propugnando eliminar las restricciones a la libre circulación de mercancías a través de las fronteras de la UE, dando origen al «mercado único».
Luego en los 90, tras la caída del Muro de Berlín, se firmaron dos tratados: el de Maastricht en 1993 y el de Ámsterdam en 1999. Por otro lado, los acuerdos firmados en Schengen, pequeña localidad de Luxemburgo, permitieron gradualmente al ciudadano viajar sin tener que presentar el pasaporte en las fronteras, fortaleciendo así un sentido de pertenencia y unidad al bloque continental e influyendo en la bonanza económica a nuevos sectores estratégicos de la sociedad.
Ya estando en el segundo Milenio se fortalece la moneda única del Euro y, frente a dicho escenario, se montó la adhesión de varios países. Es entonces que resulta imprescindible recordar en el año 2008, acaece una gran crisis económica ante la cual la UE ayudó a sus Estados miembro a poder hacer frente a esta situación, a través de la gestación de una «unión bancaria» que representaría un sector financiero seguro y fiable.
Tiempo más tarde, a forma de reivindicación del Proyecto Europeo, en su éxito garantizando la estabilidad y democracia es que en el año 2012 se reconoce y premia a la Unión Europea consagrándola con el Premio Nobel de la Paz.
Teniendo entonces en consideración los antecedentes europeos, no resulta casual que los nacionalismos euroescépticos trabajen en pos de la desintegración del bloque, considerando que la Unión Europea como tal, ha asegurado prosperidad en el continente. Este proyecto único en el mundo se podría afirmar que ha representado y propiciado los cimientos de una sociedad humana, progresista y sin fronteras, formando así nuevas identidades globales que van más allá del egoísmo y la xenofobia, en contraposición a los discursos extremistas y populistas que surgen en la actualidad.
La identidad y unión de los Estados europeos es tal que luego del Brexit, se empieza a consolidar una nueva alternativa política en respuesta a estos nacionalismo que amenazan la unidad del bloque, dando hincapié al inicio de un movimiento que reivindica como baluarte principal una ideología renovadora para el continente: el paneuropeísmo. Este último, desarrollado por el partido “Volt” hace apenas tres años, alcanzó su primer escaño por Alemania en las últimas Elecciones Europeas, representando así los ideales que pregonan la constitución de unos Estados Unidos de Europa en el Parlamento Europeo.
Pese a que, en la actualidad, estamos presenciando los impactos negativos de una pandemia, debemos recordar que este desafío para la Unión Europea y comunidad internacional en general puede conllevar hacia conclusiones apresuradas y equivocadas. En su momento hemos visto desde banderas quemadas hasta discursos que pregonan el euroescepticismo, donde no eran pocos quienes consideraban un fracaso el accionar de Europa como continente y bloque, argumentando la escasa solidaridad de algunos países miembro, ante lo cual me gustaría destacar la “falsedad” señalada en esta afirmación.
En primera instancia, resulta imprescindible recordar beneficios tales como la predisposición a rescates financieros con ínfimas tasas de interés, por lo cual podemos considerar en principio la existencia de la solidaridad económica entre los Estados, donde incluso más allá de estas formas de asistencia financiera, nos encontramos con ejemplos en los cuales la asistencia humanitaria se vio reflejada y materializada por millones.
Siendo conscientes de este proyecto único en el mundo resultaría importante recordar lo que puede implicar el retroceso propuesto por algunas formaciones mal llamadas euro-reformistas que apelan a la mera existencia de una Unión Aduanera. Es entonces desde este punto de partida donde resulta imposible no mencionar y advertir el funcionamiento de algunas Uniones Aduaneras, como el Mercosur, en las cuales, en caso de una saturación de los sistemas de salud, no existe legislación conjunta alguna que trabaje la coordinación de un plan sanitario a forma de bloque como sí sucedió con el caso Europeo, que ha reflejado varios ejemplos en los que han trabajado conjuntamente trasladando pacientes de un país a otro. Por ejemplo, en los hospitales alemanes actuaron solidariamente con Italia y Francia atendiendo a sus enfermos o Rumanía y Noruega que han prestado ayuda a los países más afectados enviando a sus profesionales de la salud, como ayuda humanitaria.
En principio resulta fundamental destacar que, ante estos debates en los cuales se comprende un tiempo de reflexión, logramos alcanzar grandes resultados. Así se ve en la flexibilización de las condiciones del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) a la hora de acudir en ayuda al continente facilitando los medios para una asistencia financiera. Es en esta situación donde los Ministros de Economía y Finanzas de la UE, en conjunto con los diferentes líderes de cada gobierno, han establecido ayudas de hasta 750.000 millones de Euros en líneas de liquidez para los Estados y las empresas (a través del Banco Europeo de Inversiones), mutualizando la deuda y otorgando dinero a fondo perdido por primera vez en la Historia, concretando un plan más ambicioso que incluso el de Estados Unidos.
Sumado a lo anterior, El 2 de abril de este año pudimos contemplar el anuncio de SURE, una iniciativa de la Comisión Europea para la reducción del tiempo de trabajo, en la cual se destinará 100.000 millones de euros para que los trabajadores mantengan sus ingresos y las empresas puedan así seguir funcionando pese a las consecuencias del COVID-19. Esto sin lugar a duda ejemplifica una vez más la solidaridad de un bloque y continente unido para afrontar una crisis, y que independientemente de los debates que se han desarrollado entre los Estados miembros, es muy importante tener en mente y recordar que Europa debe prevalecer y avanzar como un proyecto e ideal hacia una tendencia de un mundo más global; siendo así la inspiración de la humanidad para la prosperidad y hermandad.
Creo que como ciudadanos del mundo debemos reivindicar la Unión Europea, que es un organismo supranacional que representa en sí un baluarte de verdadera unión entre los Estados miembro, aun teniendo en cuenta las discrepancias que han surgido en cuanto a las formas de enfrentar esta crisis.
La historia nos supo demostrar que formar parte de esta comunidad es reflejo ejemplar de una gran integración multilateral, en contraposición a los que puede representar otros tipos de unión; que lejos están de ser y formar dicho nivel de cooperación entre los Estados. En rigor a esto, resulta imprescindible velar por la unidad del bloque europeo, más aún, donde en tiempos de crisis abundan los nacionalismos y populismos en espera de alguna imperfección.
Es entonces cabe resaltar que esto no es más que un pequeño recordatorio para todos los gobiernos europeos, que en tiempos de prosperidad reivindican logros conjuntos como propios y adjudican los errores soberanos a organismos ajenos. Contemplando la película documental “Brexit: The Uncivil War”, encontramos algunas explicaciones acerca de cómo el sentimiento euroescéptico muchas veces fue algo alimentado por los mismos políticos de Europa inconscientemente, por no hablar de los espacios u formaciones políticas que constantemente se benefician de este discurso apelando a falsas noticias y reivindicando los viejos sentimientos nacionalistas e irracionales del ser humano.
Para finalizar considero de suma importancia resaltar y recordar que fue en el año 1972 que el Consejo de Europa convirtió “Oda a la Alegría” de Beethoven, en su himno, el cual sería reconocido oficialmente por la Unión Europea en 1985. Resulta imprescindible entonces tener en cuenta los valores representados en dicho himno, donde se destacan principalmente la paz, solidaridad y libertad; sentidos que hacen a la esencia de este organismo. Muchos seguirán siendo escépticos pues así lo sienten, pero el deber de la bondad en la diversidad, justicia para la paz y libertad de los pueblos unidos por una patria mayor que fortalezca y contribuya a los baluartes de la democracia y los Derechos Humanos a nivel mundial, prevalecerá por encima de aquellos que pregonan la fragmentación desde un falso dilema en las sombras de mayor soberanía nacional y aislacionismo gubernamental.