La otredad y principio semiótico de los concursos de belleza

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Hablar sobre la belleza implica cierta relatividad en cuanto a definir lo que es bello. Para facilitarnos el trabajo, el investigador de la Universidad de California en San Diego, Stephen Marquardt, afirma que los rostros que resultan más atractivos son aquellos que sus partes determinan longitudes que se ajustan a la razón áurea, es decir, la proporción de las medidas del cuerpo humano son las más cercanas al número phi. Y este razonamiento no depende ni del lugar, ni de la cultura, ni de las razas. Fue así que a mediados del siglo XIX en Estados Unidos, un empresario llamado Phineas Taylor Barnum —cofundador del circo Ringling Brothers and Barnum & Bailey—, luego de su éxito organizando concursos de perros, vacas, caballos, bebés y aves, tuvo la brillante idea de organizar uno de mujeres. Sin embargo, no fue hasta 1921 que se realizó el primer concurso de belleza “oficial” siendo este Miss America. A partir de ello, los concursos de belleza han ido evolucionando y constituyéndose como una práctica para celebrar la belleza de una persona.

No obstante, la medición de la belleza en los concursos expresa, además, un lado social vinculado al control y manipulación de los cuerpos. Desde el feminismo, se ha criticado este fenómeno ya que continúa perpetuando un modelo ideal de belleza al que deben aspirar los concursantes para poder ingresar, sometiéndose a dietas estrictas, clases de modelaje, y en muchos casos cirugías estéticas.

Este artículo pretende abordar dos puntos fundamentales. En primer lugar, la belleza como mito, trabajado por Naomi Wolf, donde se expresara la relación de esta idea de belleza y su cuantificación y de cómo este afecta a las mujeres actualmente. En segundo lugar, se brindará una aproximación de los concursos de belleza como fenómeno sujeto al nacionalismo geográfico, en la misma línea, se describira a esta fenómeno a partir de la semiótica y principio de otredad planteado por el filósofo Emmanuel Levinas. Finalmente, se brindará una reflexión acerca del continuismo de los concursos de belleza. 

La belleza como mito

Naomi Wolf escribió el famoso artículo titulado “Mito de la belleza”, donde plantea que la “belleza” es un modelo cambiario como cualquier economía, y está determinada por la política. Y en la era moderna occidental es el último y el mejor de los sistemas de creencias que mantienen intacta la dominación masculina. Ya que al asignar valor a las mujeres en una jerarquía vertical de acuerdo a una norma física impuesta culturalmente,  se expresan relaciones de poder en las cuales las mujeres deben competir por los recursos que los hombres se han apropiado.

Y si bien actualmente muchas mujeres tienen más dinero, poder, campo de acción y reconocimiento que en ninguna otra época,  puede que las mujeres de hoy en día se enfrenten a muchos más estigmas que sus antepasadas. De acuerdo a la escritora, investigaciones recientes demuestran que las mujeres atractivas, exitosas y autosuficientes llevan una carga adicional que envenena su libertad con ideas sobre los estándares de belleza: “Es una vena oscura de odio hacía sí mismas, una obsesión con el físico, un terror de envejecer y un horror a la pérdida de control”. La autora también añade que no es casual que tantas mujeres que ostentan poder en cargos de mando se sientan así. 

La escritora además afirma que estamos en medio de un violento contragolpe en contra del feminismo, que usa imágenes de belleza femenina como arma política contra el avance de las mismas mujeres: el mito de la belleza. Es la versión moderna de un reflejo social vigente desde la revolución industrial. Al mismo tiempo que las mujeres se libraban del concepto de la mística femenina doméstica, el mito de la belleza ocupaba el terreno perdido y el relevo en esa función de control social.

Cuantificación de la belleza 

La “Máscara de Dimitrios” es un arquetipo de belleza facial creado por el cirujano Stephen Marquant. De acuerdo a este arquetipo, las distancias entre los distintos elementos de nuestro cuerpo siguen un patrón: conforme más cerca se encuentran nuestras medidas a dicho patrón, más bello es ese ser humano. Por ejemplo, la posición de los ojos debería ser aquella en la que se obtenga como resultado 1,618034 del cociente entre la distancia que va desde la nariz hasta el borde inferior del ojo. De esta manera, usando las matemáticas y la ciencia podemos determinar que ser humano es más bello que otro.

No obstante, ¿cómo podría uno rechazar semejante proposición cuando está respaldada por la “ciencia” y las matemáticas? Según el autor de “Semiótica del cuerpo: El mito de la belleza contemporánea”, Jose Enrique Finol, si bien las medidas cuantitativas constituyen la expresión técnica de la belleza , lo que verdaderamente se omite en la cuantificación de la belleza es que, el concepto no tiene nada que ver con la idea de belleza celestial o angelical, etérea e intangible; sino con lo que se puede ver, medir y controlar. Es, al final de cuentas, la adaptación a un modelo supracultural de la belleza, del cual los concursos son divulgadores y reforzadores, y lo que permitirá a las candidatas tener posibilidades de éxito en los concursos internacionales y en el mercado de la belleza es el acercamiento a estas medidas dadas por Marquant.

Los concursos de belleza, un fenómeno

Tal como se mencionó anteriormente, en la sociedad contemporánea el fenómeno dedicado exclusivamente a celebrar la belleza de una persona son los mundialmente conocidos certámenes o concursos de belleza, celebrados desde pequeñas escalas —como podrían ser a nivel local dentro de una comunidad con un carácter asociado a los carnavales o festividades— hasta los de escala mundial como el Miss Universe, Miss Mundo o Miss Grand International. Lo que se trata de presentar aquí es una relación entre el ideal de belleza femenina y la belleza geográfica que se funda en un imaginario de representación y orgullo nacional. En otras palabras, hay mujeres hermosas ya que es un país hermoso, y este es capaz de producirlas, exaltando así el nacionalismo geográfico y relegando los problemas económicos, sociales y políticos que pueda estar atravesando.

Cabe resaltar que los reinados se ubican dentro de los discursos de poder. Ya que son los encargados de la construcción de ideales hegemónicos de belleza, dichos certámenes son presentados como una exhibición y/o espectáculo mediático. Además de ello, los concursos se rigen por reglas impuestas por las empresas transnacionales y franquicias que ostentan el poder y controlan la organización, producción y difusión urbi et orbi de estos espectáculos televisivos, y están asociadas a compañías de productos de belleza.

De esta manera, la “belleza” es fabricada para medirla, exhibirla, y hacerla objeto del jurado. Es esta “belleza” contenida en un cuerpo que se convierte en objeto del deseo y contemplación, mostrando una epifanía del cuerpo fabricado, adornado, objetivado y expuesto en el aparador. El cuerpo hoy es, ante todo, un fenómeno social y cultural de gran envergadura, objeto digno de ser mostrado, visto, comercializado, mejorado, moldeado e incrementado a voluntad. Para los psicoanalistas lacanianos, el cuerpo es visto como un organismo atravesado en el lenguaje. El lenguaje constituye un proceso de significación que contiene la oposición de los contrarios. Un contrario a mí sería el otro; de esta manera las otredades se van estableciendo en lo diferente a mí. Es así que llegamos a establecer la otredad en los concursos de belleza.

Otredad y principio semiótico de los concursos de belleza

Según Emmanuel Lévinas, “la relación con el otro es siempre conflictiva; hay conflicto con el otro porque cuesta siempre comprenderlo y aceptar la diferencia, puesto que al momento de comprender al otro, estoy obligándolo a que deje de ser quien es y encaje en lo que yo necesito que sea”. 

Extrapolando este postulado, los concursos de belleza generan la exaltación de la otredad, ya que uniformizan y generan un discurso cargado de significación, y dotado de elementos que llevan a expresar un mundo simbólico empleado a través del lenguaje y la acción propiamente dicha. De esta forma, Levinas plantea dos categorías para la otredad: totalidad e infinito. Siendo la totalidad lo que uno hace de sí mismo; y el resto, lo que sobra, lo excluido, es decir, el otro, sería lo infinito.

Aplicando de esta manera el principio semiótico, la belleza es una categoría autosostenida, pues para que algo sea considerado bello, necesita de lo feo o desagradable a la vista de alguien. En esta división, donde la categoría semiótica central es lo bello, representado por la totalidad, y la categoría límite es todo aquello que no es bello, representado por el infinito, dan origen a un orden simbólico de la posición de los actores en un concurso de belleza. En otras palabras, a aquellos y aquellas que no poseen los rasgos requeridos se les trata como si fuesen otro. La otredad genera rechazo, caos dentro del orden simbólico, manifestando el rechazo en exclusión, discriminación, y racismo.

A pesar que los concursos de belleza orientados a competencias internacionales y articulados desde los parámetros de discursos dominantes, incorporan lo racial y étnicamente distinto, lo hacen de manera folklorizada. Por ejemplo, en la sección de traje típico las candidatas apelan a identidades étnicas, poniendo en escena al otro, el que aparece como una realidad atemporal y ahistórica, un resabio del mítico pasado. Justamente, el discurso de la belleza solo puede acoger la diferencia racial a condición de sobresaltar aquellos rasgos que no son tan diferentes. Así pues, frente a lo diferente, el discurso hegemónico de la belleza opta por excluirlo por indeseable o por acogerlo de un modo selectivo, buscando en lo menos diferente.

¿Por qué aún se realizan los concursos o certámenes de belleza?

Es difícil y controversial llegar a una respuesta única y definitiva, pero después de exponer estos argumentos, es posible acentuar y reflexionar algunas ideas en base a la literatura consultada.

  1. Tradición histórica

En primer lugar, podemos decir que existe una larga tradición histórica heredada, desde las antiguas culturas como Grecia, donde veneraban a Afrodita —diosa de la belleza y el amor—, mientras que en el antiguo Egipto se mantenía una fina relación con la cosmética como sinónimo de salud. Dentro de la ideología china se habla de una dualidad entre la belleza exterior e interior, ya que las personas que poseían ambas gozaban de un gran prestigio dentro de la población, integrando lo corpóreo con lo espiritual. Por otro lado, antiguamente los concursos de belleza estaban relacionados con las festividades populares y rurales para celebrar el inicio de las cosechas, la feria del pueblo, el inicio del carnaval y otras. Pero la posterior urbanización de las ciudades motivó un cambio en los certámenes, convirtiéndolos en eventos primero de representación de las clases acomodadas, luego en la irrupción de las nacientes clases medias, ritos de representación de la región y de la nación, y en la posterior espectacularización del evento con la irrupción de la televisión y el reino de la imagen y la mercadotecnia.

2. Ideologización de la belleza

De esta manera, el ideal de belleza se fue adaptando a los nuevos tiempos y nuevos medios de transmisión, dando nacimiento a un contragolpe contemporáneo violento llamado ideología de la belleza. Puesto que es el último baluarte de las viejas ideologías femeninas y todavía tiene el poder de controlar a aquellas mujeres que de otra manera se hubieran hecho incontrolables con la segunda ola del feminismo. Según Wolf, la ideologización de la belleza se ha fortalecido para apoderarse de la función de sometimiento social que los mitos sobre la maternidad, la domesticidad, la castidad y la pasividad ya no pueden ejercer.

Tal como lo explica Slavoj Žižek, la ideología no sólo es impuesta a nosotros; la ideología es nuestra espontánea relación con nuestro «trabajo social», cómo percibimos «cada significado». La ideología de la belleza presenta  un discurso de empoderamiento hacia las mujeres, pues buscan que la candidatas tengan una carrera educativa consolidada, que cumplan con las medidas requeridas para entrar al concurso, que sean agentes de cambio, que no tengas hijxs, etc; un sinfín de cualidades para hacerla la más “adecuada”para la corona y actividades que otorga el título de la más bella. Sin embargo, tal y como se puede leer en la página web de Miss America, resulta extraño leer ese lenguaje decididamente feminista cuando de por sí ya existe un movimiento político articulado donde las mujeres son verdaderas agentes de cambio en la sociedad. 

3. Privilegio del hombre consumista

Finalmente, los concursos de belleza siguen siendo producidos ya que se ha creado un público o mercado consumidor. En su mayoría, los jurados quienes gozan de poder de decisión suelen ser representantes de los distintos sectores sociales interesados en el concurso: empresarios, patrocinadores, políticos, publicistas, directivos de medios, ex-misses y actores/actrices. 

Se forma así la rueda productiva que gira en torno a los intereses y deseos del público (en su mayoría masculino) y del empresariado: construyendo una belleza impositiva y utópica hacia las mujeres, abriendo paso a un mercado de cosméticos, cirugías, dietas, planes de ejercicios, etc., donde los hombres continúan teniendo el monopolio de la construcción de la belleza, juzgando qué mujer es más hermosa que otra. Así pues, debemos discutir el modelo ideal de belleza y cuestionar la búsqueda de la misma, en otras palabras, se busca belleza a los ojos de quién.

Jhosselin Santillan

Jhosselin Paola Santillan tiene 21 años, es estudiante avanzada de Ciencia Política en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú. Estudio un semestre en la Universidad Nacional Autónoma de México a través de Exchange Student, actualmente se encuentra realizando el mismo programa en la Universidad de Bologna, Italia. Ha sido ponente en diferentes congresos nacionales e internacionales (Macrocoloquio de Estudiantes de Ciencia Política, III Encuentro Internacional de Ciencia Política – Colombia, VI Congreso Nacional de Ciencia Política). Además, es Asistente de investigación en el Instituto de Estudios Políticos Andinos, y cuenta con diversas publicaciones.

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Mariza
Mariza
15/06/2021 10:28 pm

Excelente artículo.

eduardo martin piaggio farfan
eduardo martin piaggio farfan
17/06/2021 2:48 am

Excelente articulo, pensaba solo en la frivolidad del concurso de belleza, pero existe una maquinaria comercial y consumista atrás de ello, el tema de la simetría y las medidas del rostro como bien has ilustrado nos da a muchos la respuesta de porque tanta pretendida bella en nuestro entorno tiene casi siempre la misma cirugía, el mismo rostro, el mismo molde perdiendo su identidad, unos dicen que no hay mujer fea, sino mujer pobre,,, el tema que has expuesto es muy interesante y muy debatible y lo has documentado muy bien, el estándar de belleza y el concepto de «otredad» son temas apasionantes para la psicología social, la sociología y la política, mas aun en este mundo cada vez mas mas integrado y menos exclusivo ,, gracias por compartir,