El paso de Donald J. Trump por la Casa Blanca implicó una nueva política de contacto con el mundo. Con una politca exterior de retorica nacionalista y tendiente a favorecer las relaciones bilaterales en deterimento de las multilaterales, y el acercamiento a las principales amenazas —como Medio Oriente, Rusia y China—, vemos cómo se perdió un relacionamiento externo con lo que por décadas fueron los bastiones norteamericanos como Europa y, principalmente, Latinoamérica.
Antes de hablar de reconciliación, es menester analizar algunos puntos claves que nos ayudan a comprender la política exterior republicana de los últimos años, y el porqué Biden se va a encontrar con un panorama muy distinto al que dejó en 2016.
Make America Great Again y America First son algunas de las banderas que se alzaron durante los últimos años en Washington D.C, poniendo a los analistas internacionales ante un jaque de pros y contras de política exterior, con un tinte de realismo aislado de cualquier doctrina de la historia reciente americana. Emmanuel Macron, en un discurso del año 2018, mencionó ante el Congreso estadounidense: “EE.UU. inventó el multilateralismo. Son ustedes los que tienen que preservarlo y reinventarlo, y lejos de esto directamente lo abandonaron”. Esto hace referencia a una gran cantidad de decisiones norteamericanas que iban en contra a lo que la Unión Europea pensaba, generando para entonces un divorcio internacional. Abandono de organismos internacionales, denuncias al régimen chino, apoyo a Israel, pro brexit, y retiro de tropas son algunas de las medidas que dieron en 4 años un vuelco en la política exterior norteamericana.
Acuerdo de París
El acuerdo multilateral firmado por 195 países, y que tanto costó alcanzar en búsqueda de poder frenar los efectos del cambio climático, pareciese que no logró conformar a una de las principales potencias mundiales. La postura del ex presidente republicano fue muy clara incluso antes de resultar electo: el Acuerdo de París no va más.
En 2019, Estados Unidos abandona el Acuerdo de París, proceso terminado el reciente 4 de noviembre de este año. El anuncio del presidente Trump ocurrió en 2017, pero no pudo formalizarse debido a que el mismo acuerdo establece en su conformación que ningún país podía solicitar la retirada hasta pasados los 3 años de su entrada en vigor —4 de noviembre de 2019—, tomando un año en efectivizar el pedido.
En junio de 2017, Trump alegó: «Para cumplir mi solemne deber de proteger a EE.UU. y sus ciudadanos, Estados Unidos se retirará del acuerdo climático de París«, sumándose a dos países que no respaldan el tratado ambiental, como Nicaragua y Siria. El motivo de su decisión ronda en considerar injustas las condiciones que el acuerdo impone sobre la potencia americana, y una trampa china para perjudicar a la manufactura estadounidense, siendo la reversión de estas una condición para su vuelta.
El impacto sobre la economía de EE.UU. es muy alto no solo porque el acuerdo implica que los países desarrollados deben apoyar a los otros países a reducir los efectos actuales sobre la situación climática, sino que la misma industria norteamericana debe invertir millones de dólares —tres billones de dólares y la pérdida de más de 6 millones de empleos en los próximos 10 años— en modificar toda una estructura, maquinaria y sistemas para evitar la contaminación. Actualmente, es el segundo país que más gases de efecto invernadero produce —con un 14% sobre el total— por detrás de China, quién posee más del doble de emisiones.
En su momento, los líderes de Europa, encabezados por Ángela Merkel y Emmanuel Macron, declararon estar muy conformes con el acuerdo y dieron una dura respuesta a la reacción de Trump: el acuerdo es innegociable. Durante su campaña, Joe Biden se comprometió a reincorporse al Acuerdo de París, sin embargo, dicha decisión debe inevitablemente ser aprobada por las dos cámaras del Congreso, con mayoría republicana en el Senado.
Por fuera del Acuerdo de París, el compromiso tiene un horizonte claro: “Green New Deal”: cero emisiones de carbono para 2050 e inversión en energías limpias, lo que implicaría la inversión de unos 2 billones de dólares. Además, prometió no realizar ninguna perforación y solo operaciones de control sobre el Ártico —zona que en los últimos años estuvo en la mira por las grandes potencias debido a las grandes reservas de petróleo debajo del hielo— . Estos compromisos se unen a los de la Unión Europea en busca de afianzar nuevamente las relaciones.
Acuerdo Nuclear con Irán
Otro de los puntos de conflictos se encuentra en el Acuerdo Nuclear con Irán, firmado en 2015 por dicho país y las principales potencias mundiales, incluyendo a EE.UU. y la Unión Europea. Lo que fue un nuevo capítulo en las relaciones internacionales armamentísticas, con un acuerdo que ponía paños fríos en Medio Oriente —limitando la cantidad de uranio que Irán poseía— fue denunciado por la Administración Trump.
«Hoy anuncio que Estados Unidos se retirará del acuerdo nuclear con Irán. En unos momentos, voy a firmar una orden presidencial para empezar a restablecer las sanciones estadounidenses ligadas al programa nuclear del régimen iraní” anunciaba el mandatario norteamericano en 2018. Dicha postura fue recibida por Francia, Alemania y Reino Unido como otra decepción, pero, como tal, aseguraron la continuidad del tratado nuclear. El motivo del abandono se encontraba tras la filtración de documentación israelí, en donde se aseguraba que Irán poseía un programa nuclear secreto, lo que incentivaría a otros países de oriente medio a desarrollar armas nucleares ante la posibilidad de que la república islámica ya tuviera las suyas.
Será un desafío de la administración Biden retornar a su país al Acuerdo con Irán, tras negociaciones con Europa. Desde el país oriental informaron que están abiertos a restablecer el acuerdo con EEUU, siempre y cuando se levanten las sanciones económicas impuestas. Aunque ya parecen muchas las trabas, esta es la postura del actual presidente Hasan Rohani, quien debe enfrentarse a elecciones el próximo año contra el sector más conservador de su país, el cual, de ganar, impondría nuevas reglas de juego.
¿Es posible una reconciliación?
Otro de los puntos que terminó de dejar en claro cuál era la postura de Donald Trump frente a la Unión Europea es el festejo del mandatario tras conocerse el Brexit, y avalar al premier británico euroescéptico, Boris Johnson. Sin embargo, esta relación se ve ahora en juego, ya que el primer ministro no podrá asegurar un gran acuerdo comercial con los Estados Unidos, como estaba previsto, esperandose que la fidelidad de Biden hacia la Unión Europea sea más fuerte.
El pasado 30 de noviembre, el Consejo Europeo, presidido por Charles Michel, lanzó un comunicado en el que expresa: «La llegada de una nueva Administración y un nuevo Congreso en EE. UU. es una oportunidad para la UE para renovar y revitalizar su relación estratégica con EE. UU., basada en intereses mutuos», algo solo posible tras la victoria demócrata.
Entre los puntos a trabajar en conjunto se encuentran las políticas comerciales —algo poco mencionado son las sanciones impuestas entre Washington y Bruselas, que superarían en conjunto los 10.000 millones de euros—, la relación con China, el medio ambiente, la lucha contra el terrorismo y la seguridad cibernetica, en donde va a ser necesario revalorizar el rol de la OTAN. No se puede dejar de lado lo que va a ser la recuperación tras el COVID-19, no solo a nivel sanitario, sino económico y financiero en miras de evitar otra crisis mundial. Es por eso que debe considerarse la reincorporación del país norteamericano a la Organización Mundial de la Salud (OMS), tomando un rol primordial la distribución de una vacuna, especialmente en los países en desarrollo.
La guerra comercial y tecnológica entre EEUU y China parecería no tener fin, llevando incluso al mundo ante una nueva guerra fría, en donde las armas quedan de lado y la economía internacional se pone en juego. Emmanuel Macron envió un mensaje durante la última asamblea de la ONU el pasado septiembre: “no se puede dejar al mundo a merced del pulso entre las dos potencias”.
Imagen: France 24
Pasó más de mes y aún en Estados Unidos las cosas siguen sin estar claras. El presidente Trump aún no reconoce la victoria de Joe Biden, como si lo hacen los principales líderes europeos, mientras insiste con un fraude electoral. Lo cierto es que el beneficio europeo tras estas elecciones no puede ser negado, y a pesar de que son muchos los temas a tratar, la eterna predisposición demócrata por tener buenas relaciones con el viejo continente va a volver a marcar agenda internacional, recobrando las bases del multilateralismo que conocemos desde hace unas largas décadas.
¿Se podrán revertir cuatro años de política aislacionista o se usarán las bases trumpistas para volver a negociar el futuro de las relaciones internacionales?
Portada: El Confidencial