El sentimiento de intolerancia, rechazo y enojo ante la gran emergencia sanitaria con la que lidiamos diariamente ha repercutido no solo en la economía mundial, sino en las distintas sociedades, generando, por ejemplo, y dentro de las principales secuelas, grandes problemas psicológicos. Parece que aún las posibles vías de superación de esta abrumadora realidad no son claras.
Es por ello que los Juegos Olímpicos (JJOO) se presentan como una gran victoria simbólica en la lucha de la humanidad en su conjunto, en pos de superar la mayor crisis en lo que va del siglo XXI. El valor de unidad que se manifiesta en la competición internacional es de los símbolos más destacables dentro de los fenómenos anuales. En un mundo aún muy parcelado en una pugna geopolítica-económica por las vacunas —donde los intereses económicos siguen primando, muchas veces, por sobre los sanitarios— llega un evento deportivo en el cual los gestos de humanidad entre atletas contrincantes nos brindan una bocanada de aire fresco. Ello se resume perfectamente en el magnífico festejo de la sudafricana Schoenmaker, quien, luego de batir el récord mundial de brazada femenina en 200 metros, encuentra el cálido abrazo de sus rivales festejado junto a ella.
Es destacable el gran esfuerzo asumido por el Comité Olímpico Internacional (COI) en promocionar el respeto por los Derechos Humanos, los cuales incluyen el valor a la equidad, inclusión y diversidad. Una de las fotos más icónicas que ha dejado el evento es la que captura el momento en que la atleta estadounidense Raven Saunders sube al podio con ocasión de recibir la medalla. Sin embargo, consciente de la atención que acapara, decide revelarse y mostrar un gesto con sus brazos en forma de “X”. Más tarde explica que ha sido emitido en señal de apoyo a las personas que sufren depresión, y aquellas que de alguna forma se encuentran oprimidas. Saunders relaciona la opresión con el estigma percibido hacia los integrantes de la comunidad LGBT, dentro de la cual ella misma se identifica. Este gesto tuvo lugar en un país aún muy reticente a la diversidad sexual y de género, y, pese a ello, el COI decidió no amonestarla.
El hashtag #StrongerTogether (más fuertes juntos) se presenta como uno de los principales emblemas que marcaron la historia de estos Juegos. Tal como mencioné líneas arribas, esta etiqueta apela a transmitir el valor de unidad hacia la humanidad. Parece entonces que la bandera blanca de Tokio 2020 es lo que más se asemeja al consenso global —que no se ha logrado a nivel de Naciones Unidas— sobre ponerle un freno importante a la pandemia, en pedirle tregua al Covid-19. Asimismo, representa la unidad que busca y necesita la humanidad para salir de la debacle.
Es menester destacar la trascendencia de celebrar este evento deportivo de tal magnitud en el continente asiático. Sin duda, es un gran avance para lograr superar la estigmatización hacia dicha región. En el mundo occidental la crisis sanitaria ha dado paso para que muchas demostraciones sinófobas aumentaran su asiduidad, respaldadas en las acusaciones norteamericanas, lideradas por el (ex) presidente Donald Trump, de haberse iniciado el virus (Covid-19) en la República Popular China. Por momentos hasta parece ser un capítulo que se agrega al historial de acusaciones mutuas que mantienen las relaciones bilaterales sino-estadounidenses. Por eso, estos JJOO son una oportunidad para estrechar lazos y acortar la gran brecha cultural que aún divide a Oriente y Occidente. Esto no implica erradicar las diferencias culturales, sino promulgar y fortalecer la defensa del respeto, conocimiento y entendimiento mutuo de ambas civilizaciones con valores tan dispares con el fin de lograr cierta armonía como humanidad toda.
Por otro lado, Japón está demostrando el gran control que maneja sobre la propagación infecciosa de la pandemia, dejando en evidencia el gran porcentaje de fondos destinados a la realización de tests y el buen empleo de la tecnología que hace posible dicho dominio. La capacidad de organización y planificación para la buena gestión de la crisis es el principal simbolismo que se desprende cuando ahondamos en el país anfitrión de este año.
En general, los JJOO han sido una muestra de la sociedad internacional en su conjunto manifestando su disposición a continuar haciendo historia, a dejar de esperar que la realidad cambie, que el Coronavirus desaparezca. Ha sido una luz que vislumbra el final del túnel: la población desea volver a ganar los espacios más anhelados.
¿No todo es lo que parece?
A modo de conclusión, analizando el evento desde una óptica diferente, quisiéramos invitarles a reflexionar sobre el rol que han tenido las más de doscientas delegaciones que representaron a su nación en los JJOO 2020. Como bien sabemos, ha sucedido históricamente que muchas veces la llegada de grandes crisis económico-social-políticas aparejan un aumento de los nacionalismos estatales en su cara exterior, fomentados por gobiernos autoritarios que buscan su legitimación al interior de cada unidad política. Esta legitimación ronda principalmente en torno al manejo de la crisis reinante y de la mitigación del descontento social ante la pérdida de control de la realidad. Tal fue lo sucedido en la Alemania de la década del 30, cuando el Partido Nacional Socialista de los trabajadores alemanes, encabezado por Adolf Hitler, comienza la escalada nacionalista en un frenesí por la busqueda del poder politico total.
Actualmente, manifestaciones a lo largo de toda Latinoamérica han sembrado las voces de miles de ciudadanos que salen a las calles a protestar contra sus gobiernos por el manejo de la crisis sanitaria. Basta con observar los casos de Brasil, Paraguay y Cuba, entre otros. Resaltamos el hecho de que no solo se han suscitado levantamientos sociales en el continente sudamericano, sino también se han registrado episodios en Australia, Francia y mismo en los Estados Unidos de Norteamérica. Es, así mismo, interesante resaltar que los reclamos a lo largo de todo el mundo son disímiles ideológicamente, tanto los regímenes de gobierno contra los que se levantan como las protestas.
Preguntémonos entonces si el descontento social disminuirá de manera significativa en los países que se consagran como grandes ganadores en esta cita olímpica. ¿Realmente los JJOO servirán a los gobiernos como puntapié para calmar el descontento social a causa del manejo de la pandemia por un periodo de tiempo medianamente prolongado?
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Excelente artículo!!! Bien escrito, informado, meditado y profundo. La juventud sigue siendo, sin dudas, el divino tesoro de la sociedad. Adelante Candelaria. Una pluma que promete. Esperamos las próximas entregas. Felicitaciones!!!