El fin de la intervención unilateral francesa
La Cumbre del Cairo del año 2000 y la creación de la Unión Africana en 2001, así como la creación y puesta en circulación del euro en 2002 y la consolidación de la Unión Europea como “superestado”, marcarían el fin de la injerencia única de Francia. De este modo, se abrieron marcos institucionales, acuerdos y tratados tanto multilaterales como bilaterales con la Unión Europea, que buscaría tener un rol preponderante en los asuntos de desarrollo en la región.
La Unión Europea es el principal proveedor de ayuda para el desarrollo en el mundo, haciendo que ya no sea necesario que Francia intervenga de forma unilateral en África. Esto se puede interpretar en el Livre blanc de 2008, cuando, ante recortes de presupuesto, el país galo proyectó sus estrategias en base a la cooperación principalmente con la Unión Europea, y en menor medida con los EE.UU y organismos para relacionarse con la región: el ECOWAS y la Unión Africana.
En cuanto a la economía y estabilidad de los países africanos en los años 2000, la mayoría logró recuperarse de la profunda crisis de los 80’s y 90’s, impulsados por mejoras en sus políticas internas y condiciones económicas globales favorables. A pesar de un movimiento gradual hacia un ambiente político más democrático, la calidad institucional no ha acompañado al crecimiento económico, e incluso se han visto algunos retrocesos, especialmente entre los países dependientes de los recursos naturales. No obstante, con la excepción de un pequeño número de “Estados desarrollistas”, las condiciones políticas en el continente todavía no impulsan el crecimiento basado en ganancias de productividad.
Los Estados africanos sufrieron regímenes de control, en los cuales el gobierno central utilizaba el presupuesto estatal para su propio beneficio político y para dar dádivas a las tribus o facciones aliadas, quitándoles toda posibilidad de crecimiento a las tribus rivales. A su vez, buscaban intervenir el mercado para crear monopolios y controlar a sus aliados políticos.
Por su parte, la Unión Europea busca proyectar su política exterior de una manera diferente a las visiones francesas. Mientras Francia llevaba políticas de control e intervención, la Unión Europea pretende entablar relaciones más igualitarias —donde la cooperación y coordinación son claves— con sus posibles socios y aliados regionales. El problema es que la Unión Europea puede terminar viendo las élites políticas locales como altruistas y no como actores interesados en sus propios intereses y en su propio juego político.
La apuesta de Francia por la cooperación internacional
Francia, desde la administración de Jaques Chirac, implementa una política de influencia y de cooperación, con el fin de garantizar una complementariedad real entre su acción bilateral y su acción europea. Considera esto crucial para su sostenimiento económico y político en sus áreas de influencia. Las ex colonias concentran un 5% de las exportaciones francesas, a la vez que compañías galas en el continente africano extraen las materias primas que se envían posteriormente a Europa. Así, Francia mantiene el diálogo con los estadistas africanos y aboga por los derechos de las causas africanas en foros internacionales y el reconocimiento de la esclavitud como crimen contra la humanidad en el parlamento europeo.
Con la llegada de Sarkozy hubo un retroceso de las políticas de integración, ya que desde el palacio del Elíseo se tenía una interpretación de la realidad similar a la del presidente Bush: entre la voluntad de retirarse del continente y mantener sus intereses. La voluntad de la búsqueda de cooperación, coordinación y desarrollo, las intervenciones en Costa de Marfil y Chad, y la reanudación de las relaciones diplomáticas con Ruanda, pero sin admitir las culpas del Estado francés con respecto al genocidio ocurrido en ese país, son algunos ejemplos. Buscó en su mandato el fin de las relaciones ocultas y la apertura con otros actores no regionales, la integración regional, la transparencia y el respeto mutuo.
Mientras que con Holland el multilateralismo, la cooperación descentralizada, la solidaridad, la transparencia, la promoción de la francofonía, el fin del paternalismo o clientelismo estuvieron a la orden del día, al menos en su discurso político y su orientación con respecto a su política exterior. Entre sus prioridades se encontraba la “no desestabilización de los países y sus dirigentes” a favor del “progreso democrático”, teniendo siempre en mente las relaciones con las organizaciones internacionales regionales.
Por último, el gobierno de Macron mantiene como ejes de su política en África la lucha contra el terrorismo yihadista y la seguridad alimentaria en torno a la cooperación multilateral, mayormente en la región del Sahel. El escenario se ha complejizado desde que la nueva Junta Militar en Malí decidiera contratar mercenarios rusos, el Grupo Wagner, en medio de las tensiones de la guerra ruso-ucraniana. Ante la escasez de alimentos producida por la guerra, Macron propuso la iniciativa FARM para ayudar a los países africanos a aumentar su producción alimentaria.
Rusia ha buscado aumentar su presencia en África mediante acuerdos militares y el envío de contratistas militares a regímenes autoritarios dentro del continente africano. También sostiene una campaña de desprestigio contra Francia debido a sus antecedentes imperialistas y post coloniales. Algunos analistas consideran que hubiera sido una buena contramedida europeizar la operación “Barkhane”.
Francia está presente en los territorios de Mali, donde mantiene importantes intereses económicos: sus capitales y sus dirigentes se encuentran a la cabeza de los principales bancos y empresas de construcción, comercio, alimentación o comunicación. La ONU encomendó a la Comunidad de Estados del África Occidental (ECOWAS) la constitución de una fuerza multinacional para detener al combinado de tuaregs y terroristas, pero, dada su falta de operatividad y carencias, el gobierno maliense acorralado pidió ayuda formal de Francia, quien respondió con la Operación Serval, hoy continuada bajo el nombre de “Operación Barkhane”.
Después de los sucesos de Mali, se enviaron 3000 hombres para auxiliar a la República Centroafricana en ayuda al MISCA o Misión Internacional de Apoyo a la República Centroafricana, pues los rebeldes estaban a punto de entrar a la ciudad capital de Bangui. Hay casi 9 mil soldados franceses en África, huella patente de los acuerdos de De Gaulle, quienes contienen la situación hasta que alguna de las misiones de la ONU o de la Unión Europea lleguen a la zona.
Francia no abandona su rol de “último gran gendarme blanco”, dado que la mayoría de los Estados europeos se retiraron hace décadas, como Reino Unido en 1964 en Tanzania y Bélgica con la República Democrática del Congo. Sin embargo, los presidentes Nicolás Sarkozy, Francois Hollande y Emmanuel Macron insisten con la idea de que la “Francafrique” está en completo retroceso y que la V República ya no puede guiarse por las premisas del pasado.
No obstante, los únicos capaces de garantizar la paz en la región, ante los devastados Estados africanos, sus tropas desgastadas y las fuerzas de la ONU numerosas pero con poca iniciativa, son las propias tropas francesas, según los libros blancos de la defensa, redactados después del año 2000.
Por tanto, la opción que baraja el Elíseo es: dejar que los Estados africanos cooperen más entre ellos, pero siempre ante la influencia del estado francés. Así, lo que se ve desde la cumbre del Cairo y la creación de la Unión Africana es este gran paso pero con una clara dependencia de los mencionados Estados a los insumos de la Unión Europea.
Francia en cierta manera utiliza su poder dentro de la Unión Europea para legitimar buena parte de sus influencias en la región. Los dirigentes de la Unión Europea ven en el Estado francés como un alfil para sus operaciones y enfrentar a las amenazas que trae consigo la enorme inestabilidad de las regiones periféricas, con múltiples crisis migratorias y el yihadismo aprovechando las múltiples debilidades de los Estados africanos.
El Mercado Geopolítico
Académicos como Parag Khanna hacen mención al mercado geopolítico: los Estados del “segundo mundo” pueden escoger su “patrón” entre los actores más fuertes bajo un mundo “unimultipolar”. En este sentido, Estados Unidos tiene el poder militar, la Unión Europea el mayor mercado con los estándares de producción y calidad, y China como el máximo productor y con la mayor población del planeta.
Un ejemplo de esto son las cumbres Unión Europea – Unión Africana, donde se ha anunciado un nuevo paquete de inversiones de 150.000 millones de euros, en tres áreas prioritarias: inversión, salud y educación. En este paquete se enmarca el Global Gateway Investment Package europeo, para financiar la construcción de infraestructuras energéticas, del transporte y digitales, con el que la UE pretende competir con China y su Belt and Road Inititative.
Aun así, se encuentran otros Estados revisionistas como Rusia, Turquía e Irán que buscan ofrecer, mediante acuerdos bilaterales, sus servicios como “proveedores de seguridad”. El caso es que ello es solamente para los Estados en “vías de desarrollo”, la clase media mundial de los países, pero no para los Estados menos desarrollados; estos no tienen la opción de escoger su patrón.

Los Estados del Sahel y la Francafrique son la herencia que tuvo Francia de su imperio colonial. Francia leyó la región de una forma realista y geopolítica, impulsando gobernantes de acuerdo a sus intereses. Ahora que Francia debe retroceder en la región, la Unión Europea pretende sostener esta estructura tal y como Roma tenía su línea de frontera en las antiguas provincias de África Nova, Mauritania y Egipto, con el Monte Atlas.
En conclusión, los antiguos imperios occidentales retienen su influencia en la región con una delegación en instituciones y organismos supranacionales, en el caso de Francia a través de la Unión Europea. Los líderes europeos buscan negar la influencia de Estados autoritarios ajenos a la UE, como Rusia, Turquía o en un caso especial China. Mientras que de parte de los Esados africanos apuestan por el desarrollo de la Unión Africana en búsqueda de nuevas perspectivas de crecimiento económico, teniendo a China como uno de los principales inyectores de capitales en la región.
Esta gran influencia económica China conlleva que la Unión Europea deba competir directamente para seducir a los Estados de la Unión Africana. ¿Debería la Unión Europea cambiar sus estrategias dada la percepción de paternalismo que heredó de la antigua relación colonial con el continente? ¿Debe la Unión Africana buscar nuevos oferentes en el mercado geopolítico?.