El acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur se encuentra paralizado desde 2019 y nadie ha querido promoverlo. Desde la UE se denuncia que la política ambiental de Brasil en el Amazonas es un obstáculo para la consecución del mismo. No obstante, si nos alejamos de este discurso, vemos que existen distintos ejes de análisis que forman el cuadro de situación. Estos se alteraron, aún más, con la guerra en Ucrania.
Productores agrícolas-ganaderos europeos: temerosos del acuerdo
El primer eje se relaciona con la producción agrícola europea. Estos sectores no estaban conformes con las negociaciones previas a la guerra y luego de ella se encuentran más reacios a dialogar. Países como Francia e Irlanda, con sectores agrícolas fuertes, tienen mucha presión para que el acuerdo no se realice.
El acuerdo es favorable en productos agropecuarios y ganaderos para el Mercosur, mientras que para Europa lo es en las manufacturas. En él se establece un área de libre comercio, donde las partes eliminan derechos a la exportación en su comercio recíproco, estableciendo excepciones y períodos de transición. En el comercio de bienes la UE se compromete a desgravar los aranceles en un plazo de 10 años, mientras que para el MERCOSUR es de 15 años.
La guerra sumó problemas a los ya existentes. Si por un lado los agricultores europeos consideraban que se encontraban en desventaja con sus pares sudamericanos, el conflicto bélico aumentó su debilidad.
La guerra en Ucrania generó consecuencias directas al mercado agrícola-ganadero de la Unión Europea. La producción depende de una serie de insumos clave: energía, aceite de girasol, alimento para ganado y fertilizantes. El aumento de los precios de la electricidad y el gas afecta a los cultivos que se mantienen durante el invierno en invernaderos con calefacción.
La UE importaba el 31% de sus fertilizantes potásicos de Rusia y representaba el 58% de las importaciones de pesticidas del mismo país. Ante la llegada del invierno, el panorama no es alentador.
Los productores de Francia se mantienen como los opositores más férreos del acuerdo. Ante el aumento del gas (previo a la pandemia costaba 680 euros la tonelada y hoy se encuentra en los 1000) y la electricidad, se les suma la llegada de la sequía con la menor cosecha francesa en tres décadas.
Incluso en enero de este año, la Federación Nacional de Sindicatos Agricultores franceses instó a la Presidencia del Consejo de la UE (el cual ocupó Francia en la primera mitad del 2022) a garantizar una seguridad alimentaria en la región por medio de una “autonomía estratégica abierta”. La misma implicaba una política comercial de producción sostenible de alimentos en la cual el acuerdo con el Mercosur debía ser suspendido por considerarlo perjudicial para ciertas producciones.
Algo semejante ocurre con los productores irlandeses. Ante la necesidad de buscar nuevos mercados de importación de carne para el país, la Asociación de Agricultores Irlandeses solicitó a su ministro de Agricultura que no desplace el ganado irlandés por sus competidores sudamericanos. De acuerdo al presidente de la Asociación, los productores se mantienen preocupados por el posible acuerdo comercial con el Mercosur.
En este escenario es poco probable que los países quieran modificar su postura, sobre todo si sus economías dependen de ello.
Lo que se viene
En segundo lugar, se encuentra el recambio de la presidencia del Consejo de la UE. Durante la primera mitad del 2023 le corresponderá a España ocupar el puesto. Pedro Sánchez se muestra como un gran promotor del acuerdo y espera la llegada a Bruselas para poder promover mayores lazos con Latinoamérica.
Ahora bien, necesita que todos los países miembros estén de acuerdo para avanzar. Un antecedente a favor se dio en junio de este año cuando 15 países de la UE le solicitaron a Valdis Dombrovskis, encargado del comercio, que acelere los procesos de negociación en distintos acuerdos comerciales que tienen paralizados. ¿Los motivos? La guerra en Ucrania demostró que los bloques económicos tienen una importancia mayor en el armado de asociaciones comerciales. Dentro de este pedido se encuentra el avanzar con el Acuerdo del Mercosur.
Por último, el tercer eje se relaciona con las elecciones en Brasil. Lula prometió que en caso de ganar aprobaría el acuerdo. Sin embargo, se encuentra buscando mayores garantías para el sector industrial brasilero, ya que no busca convertir a su país en un exportador únicamente de materias primas. Los sectores industriales brasileros no apoyarán esta decisión y veremos, en caso que gane, como influye en la política interna.
Polos opuestos
Si bien Macron defiende una política ambiental europea y denuncia la quema del Amazonas, los intereses comerciales tienen mayor incidencia. Su economía depende de la producción agrícola, siendo el más fuerte del bloque en la producción de trigo.
El acuerdo establece que ninguna parte puede mantener o reintroducir subvenciones a la exportación de un producto agrícola. La pregunta que queda por responder en el contexto actual de guerra es: ¿Qué podrán negociar los países de la UE para que Francia e Irlanda cedan? Tarea para España el año que viene.
Con una eventual llegada de Lula, se espera una reorganización del bloque Mercosur tanto interna como externa. Lula hizo una gira por Europa previo a las elecciones donde fue recibido por los máximos gobernantes aún siendo candidato. Su posible arribo a la presidencia no solo genera apoyo de sus vecinos como Bolivia, Argentina y Chile, sino un interlocutor respetado por los gobiernos europeos.
De lo contrario, de ganar Bolsonaro, quienes rechazan el acuerdo podrán mantener sus distancias bajo el fundamento de una política verde, la cual es necesaria pero no mira a sus países vecinos, y la vuelta del carbón.
Fuente portada: The Atlantic https://www.theatlantic.com/science/archive/2022/04/ipcc-report-climate-change-2050/629691/