En 1904 se publicó la teoría del “Heartland”, de Halford John Mackinder, un geógrafo británico del siglo XIX, la cual sostiene que quien controle la zona occidental de Rusia, Siberia y Asia Central o Eurasia tendría altas probabilidades de controlar tanto el resto de Asia como de Europa (“World Island”). En rigor, el control de esta zona geoestratégica otorga una posición privilegiada de cara al dominio mundial: “Quien gobierne Europa del Este domina el Heartland; quien gobierne el Heartland domina la World Island; quien gobierne el World Island controla el mundo», en palabras del geógrafo.
El interés por el Heartland ha guiado las políticas de grandes potencias a lo largo de la historia. Partiendo del Imperio Británico, quien en el siglo XIX buscó expandir su influencia hacia Asia Central desde la India Británica, hasta la Alemania Nazi, que bajo la teoría del “espacio vital” intentó hacerse de la zona con la invasión a la URSS en 1941. Es evidente que la geopolítica actual es muy diferente a la de los siglos XIX y XX. Sin embargo, algunos ejemplos nos sirven para justificar la importancia de esta zona geográfica y la existencia de este artículo.
Centrándonos en Europa del Este vemos que sigue siendo un área de primordial interés para la Federación Rusa, ya que la constituyen ex repúblicas soviéticas y países que durante la Guerra Fría se encontraban dentro del área de influencia soviética. En la actualidad, Rusia es un importante actor global; es por ello que le resulta imperante expandir su influencia a aquellos territorios adyacentes que durante el siglo XX se encontraban bajo su influencia.
A partir de este interés expansionista ruso podemos comprender la resistencia de los países que conforman el Triángulo de Lublin hacia varios aspectos de la política exterior rusa. Gracias al recuerdo compartido de muchos años de tutela rusa, y a su pertenencia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a la Unión Europea (UE), se encuentran en una buena posición para confrontar al Kremlin, mientras son “apoyados” por Europa Occidental y los Estados Unidos.
El Triángulo de Lublin es importante porque Ucrania no pertenece a estas organizaciones y se encuentra actualmente en conflicto con Moscú, haciendo que Kiev valorice más que nunca su participación en el Triángulo y refuerce sus lazos con Occidente.
El origen del Triángulo de Lublin
El Triángulo de Lublin es una plataforma tripartita de cooperación política, económica, cultural y social entre Polonia, Lituania y Ucrania, con el objetivo de apoyar la integración de Ucrania a la UE y a la OTAN, esta fue creada el 28 de julio del 2020 en Lublin, Polonia.
Esta asociación tiene sus raíces históricas en la unión de Polonia y Lituania, en la Mancomunidad Polonia-Lituania o República de las Dos Naciones, constituida a través de la Unión de Lublin de 1569. Allí se estableció la fórmula de un Estado federal, ya que la unión entre ambas naciones llevó a la creación de un Estado de gran tamaño en Europa central y oriental, con casi un millón de kilómetros cuadrados, que incluía los territorios de las actuales Polonia, Lituania, Ucrania, Bielorrusia, Letonia y Estonia. Sin embargo, este no fue recibido con agrado por parte de las potencias europeas.
La desaparición de la Mancomunidad del mapa europeo llega con los “repartos de Polonia”, en los años 1772, 1793 y 1795 respectivamente, por parte del Imperio Ruso desde el este, de Prusia desde el oeste y del Imperio Austríaco desde el sur. Cada una de las naciones que conformaban este Estado pasaron a ser minorías integradas dentro de los grandes imperios europeos.
Con la finalización de la Primera Guerra Mundial, reaparece Polonia y los Estados bálticos como Estados independientes. Por su parte Varsovia no tuvo un comienzo sencillo, ya que para 1920 se tendría que enfrentar militarmente a la Rusia soviética que intentaba exportar su revolución, aunque, en esta ocasión, pudo mantener su independencia. Ya en el año 1939, el hecho que daría inicio a la Segunda Guerra Mundial sería la cuarta repartición de Polonia, entre la Unión Soviética y la Alemania Nazi, que borraría a Polonia una vez más del mapa. Al año siguiente, los Estados Bálticos serían anexionados por la URSS.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial en Europa, el mundo queda dividido en dos; ambos lados separados por la “cortina de hierro”. De un lado Occidente y del otro la esfera de influencia soviética. Polonia vuelve a reaparecer y, pese a mantener una independencia virtual, queda bajo la influencia de Moscú, mientras que el destino tanto de los Bálticos como de Ucrania y Bielorrusia es dentro de la propia URSS.
Con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior disolución de la URSS queda superada la Guerra Fría y la rigidez del orden bipolar. Es aquí cuando comienza una etapa caracterizada por la hegemonía estadounidense, en la cual tanto Polonia como los Bálticos, Ucrania y Bielorrusia consiguen independencia real del Kremlin.
En este contexto, tanto la OTAN, como la UE y Occidente en general, tienen vía libre para expandirse hacia el este, llevando sus valores y principios donde el comunismo tuvo lugar durante tanto tiempo. En 2004, 8 países del este se adhieren a la UE, entre ellos Polonia y Lituania, quienes ya formaban parte de la OTAN.
Resulta sencillo comprender el eminentemente carácter anti-ruso del Triángulo de Lublin a partir de esta revisión histórica. La asociación triangular está basada en una historia de sometimiento y conflicto con Rusia, la cual sigue representando la principal amenaza para Varsovia, Vilna y Kiev. En efecto, no sorprende que la hoja de ruta de cooperación entre los tres países se oriente hacia la promoción de la cooperación entre la UE y la OTAN con Ucrania —que actualmente se encuentra en una guerra híbrida con Rusia—, fomentar el diálogo del Triángulo con la administración estadounidense, y trabajar en conjunto en otros ámbitos que serán explorados en el próximo apartado.
¿Cuál es el interés de cada miembro?
Si los tres Estados se embarcaron en un proyecto como el Triángulo de Lublin es porque tienen intereses conjuntos a nivel subregional e individual. El Triángulo parece ser la puesta en práctica de las premisas que guían la política exterior polaca, conocida como “Doctrina ULB”, o “Doctrina Giedroyc”; una idea que, a partir de 1990, se volvió el faro de la relación de Polonia con sus vecinos.
A grandes rasgos, consistía en que los países vecinos desempeñaran un papel importante en la garantía de la seguridad del Estado, protegiendo a Polonia del imperialismo ruso. Además cuanto más fuerte sea la posición de Varsovia, de más importancia resultaría para Occidente. Sin embargo este planteamiento sería rechazado por la comunidad polaca de la época, ya que su ego nacional no les dejaba superar la pérdida de históricas ciudades polacas, como Vilna a manos de Lituania, debido a los cambios en las fronteras del país, que fueron movidas hacia el oeste, luego de la Segunda Guerra Mundial.
En Polonia supieron actualizarse para el final de la Guerra Fría, dejando de lado viejos resentimientos por un futuro pacífico, convirtiéndose en uno de los primeros países del mundo en reconocer la independencia de Ucrania, Lituania y Bielorrusia en 1991. Para este momento la Doctrina ULB ya constituía el camino a seguir para la política exterior polaca. Algunos ejemplos de esto son: la iniciativa de Varsovia de crear la Asociación Oriental en 2008 para integrar a sus vecinos del este a la UE, la Bucharest Nine, la Iniciativa de los Tres Mares y en el Triángulo de Lublin.
En línea con ello, el ex ministro de Relaciones Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, en una entrevista de 2010 afirmó que: “Polonia será un país más seguro cuando tenga a Occidente de ambos lados”, entendiendo a esto como el ingreso formal de Ucrania y Bielorrusia en la OTAN y la UE, debido a que es el flanco desprovisto de la protección de Estados Unidos.
Desde la perspectiva polaca, el Triángulo tiene una doble utilidad, ya que, además de concebirse como una estrategia de seguridad nacional, también se entiende como una apuesta de liderazgo subregional para repensar su vínculo con la UE. Esto teniendo en cuenta su actual relación con Bruselas caracterizada por la reducción de subsidios y fondos estructurales debido a que Varsovia “no se adapta a los valores de la UE”.
Esta tensión con la Unión proviene del rol protagónico que Polonia busca en la política del este europeo, como una de las iniciadoras del proyecto de la Asociación Oriental. De esta manera, busca ser el nexo entre la UE y Europa del Este, pero el país viene perdiendo su influencia entre los miembros debido a que la ayuda financiera se reparte en Bruselas y no en Varsovia.
Lituania, por su parte, es una ex-república soviética flanqueada por Rusia desde el oeste, por el óblast de Kaliningrado y por Bielorrusia desde el Este. Sus intereses vitales se basan en la defensa contra el hostigamiento del Kremlin, por lo que fomentar y formar parte de este tipo de iniciativas le resulta beneficioso. Esto es positivo para Vilna en varios ámbitos; en el de la defensa con el desarrollo de la brigada tripartita LITPOLUKRBRIG, en el de la ciberseguridad y contra amenazas híbridas, como las fakenews.
En el ámbito de seguridad energética, Lituania intenta reducir su dependencia del gas ruso. Un paso hacia esto fue la instalación de una terminal de importación de gas licuado (LNG) en 2014, que le permite comprar gas estadounidense. En el ámbito de infraestructuras, la estrategia se ha basado en conectar la red eléctrica del país a la Red Continental Europea y fomentar la construcción de carreteras hacia el sur que la conecten con la UE, ya que en su mayoría las actuales van hacia el este por su pasado soviético.
Ucrania se encuentra en una posición muy diferente de los otros dos países mencionados, ya que no es miembro de la OTAN, ni de la UE. Más aún, en 2014 perdió la Península de Crimea, anexada por Rusia, y actualmente se encuentra luchando una guerra híbrida al este del país, en las regiones separatistas del Donbás. Su interés en formar parte del Triángulo pasa por estrechar sus relaciones con el bloque euroatlántico, recibir apoyo para resistir el hostigamiento ruso, intentar ingresar formalmente al bloque occidental, entrando a la UE y en la OTAN, y promover la cooperación entre el país y la Iniciativa de los Tres Mares, que funciona dentro del marco de la Unión.
Según la hoja de ruta del Triángulo, en cuestiones de seguridad y defensa, se prevé contribuir con el desarrollo de las capacidades de defensa ucranianas con la inclusión de instrumentos y programas de la OTAN y la UE, cooperación en materia de ciberseguridad y contra amenazas híbridas. Sin embargo, el ingreso de Kiev a la OTAN representa una línea roja inviolable, como lo expresó claramente Vladimir Putin, el presidente de Rusia.
Hay un punto muy controversial del Triángulo que representa los intereses de los tres países por igual: la oposición a la concreción del gasoducto Nord Stream 2. Este gasoducto llevaría gas ruso a través del Mar Báltico directamente hacia Alemania. Esto resulta vital para los tres países, pues sus políticas exteriores están orientadas a protegerse de la influencia rusa e intentar reducir su dependencia energética.
Esto último se ve reflejado en la instalación de terminales para importar gas licuado (LNG) estadounidense por parte de Polonia y Lituania, orientado por una cuestión política y no por los precios del gas. Ucrania es un país de tránsito para el gas ruso, lo que le deja importantes ganancias económicas. De concretarse el Nord Stream 2, Moscú podría prescindir de Kiev para hacer llegar su gas a Europa, provocando pérdidas de más de 7.000 millones de euros anuales para las arcas públicas ucranianas.
A los tres miembros del Triángulo de Lublin les preocupa que el gasoducto aumente la dependencia de Rusia en el ámbito energético y así su influencia dentro de la UE. Un dato relevante referido a este tema es que en 2020, el 43% del total del gas consumido en la UE provino de Rusia —sin haberse concretado el Nord Stream 2—, mientras que el 13% se produjo dentro del bloque.
No obstante, en una reunión bilateral llevada a cabo entre Angela Merkel y Joe Biden para poner fin a la disputa del Nord Stream 2, los mandatarios se comprometieron a “asegurar que Rusia no usará de forma inadecuada ningún gasoducto, incluido el Nord Stream 2, para lograr fines políticos agresivos mediante el uso de la energía como un arma”. A partir de entonces se observa que el Triángulo de Lublin, más allá de servir para proteger a sus miembros de las hostilidades de Moscú y reducir su dependencia de esta, podría generar una alianza del Este para revisar sus relaciones con Bruselas, o por lo menos para constituirse como un lobby dentro de la UE.
Triángulo anti-ruso
Hemos visto que la razón de ser del Triángulo de Lublin es contrarrestar la amenaza rusa en varios ámbitos, como el de la energía, el de seguridad, la integridad nacional, y la ciberseguridad, entre muchos otros. Recapitulando respecto al ámbito de la energía, el gasoducto Nord Stream 2 es de vital importancia para Rusia porque le permitirá duplicar la cantidad del gas que el país le exporta a Alemania. Ello se traduce en mayores recaudaciones para Moscú. El gasoducto está supervisado por Nord Stream 2 AG, una empresa perteneciente a la empresa estatal rusa Gazprom, creada para la planificación, edificación y posterior operación del mismo, reflejando el interés público y nacional en el proyecto.
Moscú parece ser un proveedor fiable para Berlín ya que, según Konstantín Simonov, director del Fondo Nacional de seguridad Energética ruso, “Rusia exporta gas a Europa Occidental desde hace 50 años, cuando era nuestro enemigo ideológico, y ni una vez se ha cortado el grifo”, demostrando la seria actitud rusa frente a sus negocios y clientes, cosa que la canciller de Alemania, Angela Merkel, parece reconocer. La oposición del Triángulo a este proyecto atenta directamente contra los intereses rusos y alemanes, ya que les permitiría abastecerse de gas por un menor precio.
Frente a la ocupación rusa de Crimea, los tres países reiteran su constante apoyo a la integridad territorial ucraniana e instan a cooperar activamente en la Plataforma de Crimea, que tiene como objetivo desocupar la península. En sus inicios, el Triángulo iba a ser un cuadrado con Bielorrusia. De acuerdo con Jan Hofmokl, el director del departamento oriental del Ministerio de Relaciones Exteriores de Polonia, “Minsk en un comienzo se mostró interesado en el proyecto, pero luego cambió de opinión”.
Un cuadrado hubiese representado una línea roja para Moscú, puesto que Bielorrusia es uno de los últimos aliados que le queda en Europa y no puede seguir perdiendo terreno frente a Occidente. Esto puede deberse a que luego de las elecciones en Bielorrusia en agosto del 2020, la represión a las manifestaciones y el posterior secuestro de un avión comercial para la detención de un opositor del régimen, se le impusieron sanciones por parte de Occidente. Así Minsk cayó por completo bajo la influencia rusa (país del cual ya dependía energética y económicamente), cortó sus vínculos con Occidente y rechazó la invitación al Triángulo.
Desde la perspectiva rusa, en los objetivos del Triángulo estarían plasmados los intereses estadounidenses, planteando la confrontación entre Rusia y Europa bajo los auspicios de Washington en el sector energético. EE.UU estaría intentando crear una zona de amortiguamiento continua entre Rusia y la UE, en la que el papel principal le pertenecería a Polonia.
Sin embargo, esta carece de una agenda y no se prevé la creación de ninguna institución común ni la asignación de fondos. “Si no hay dinero, entonces no hay historia detrás de todo esto”, por lo que el Triángulo más que una amenaza plantea un desafío para el Kremlin.
Es interesante repensar una vez más la teoría de Mackinder sobre el “Heartland”. Si bien controlar esta región no permitiría el dominio mundial, quedó demostrado que continúa siendo un área estratégica muy relevante, tanto para Rusia, EE.UU y la UE, además de ser la ruta a través de la cual pasan los gasoductos que abastecen a Europa.
Portada: Diego Imperial (VG)